Arrebato festivo: 20 años de Neopercusión
Que un grupo de música contemporánea cumpla 20 años es una buena noticia, que este sea de percusión lo es más si cabe y que se muestre tan dinámico y vital como Neopercusión merece una fiesta. Fiesta hubo el pasado 9 de diciembre, en los Teatros del Canal (sala roja) donde ante una nutrida asistencia, el grupo dio un concierto de justificado auto-homenaje. El camino no lo ha recorrido en solitario, y es justo recordar a sus muy meritorios antecesores: el Grupo de percusión de Madrid, que allá por los 70 lideraba José Luis Temes, o AMORES grup de percusió, conjunto valenciano que celebraba el pasado octubre el cuarto de siglo, nada menos.
Decir Neopercusión es decir Juanjo Guillem, ahora acompañado de Rafa Gálvez en la dirección artística. Desde su fundación, Guillem ha estado siempre presente en el núcleo de grupo, rodeado de diversos percusionistas que han ido variando; ha aportado su experiencia como solista, su conocimiento de la música de nuestro tiempo, su inquietud y una energía sobrehumana. Por ello el grupo no ha cesado de transformarse polimórficamente: ha sido dúo, trío, cuarteto, conjunto, escuela y ahora afronta la mezcla con otros instrumentos sin perder el protagonismo de lo percuciente, como es lógico.
El programa del concierto 20º aniversario fue prácticamente modélico. Se abría con ese acta fundacional de la música para ensemble de percusión que es Ionisation de Varèse. Resulta difícil imaginar mejor arranque que dicha obra histórica y siempre espectacular que dirigió con brillantez David González. La profusión de instrumentos que requiere la partitura sigue convirtiendo en monumental cada interpretación.
Resultó un acierto contar para la velada con otro director, nada menos que Nacho de Paz, para hacerse cargo del estreno en España de Con Luigi Dallapiccola, una obra de Luigi Nono, música de enorme poética que funde los instrumentos con la electrónica de una manera que mantiene su frescura a pesar de remontarse a 1979. Que semejante obra estuviese por presentar al público español puede parecer inexplicable. Ay, los programadores no siempre están atentos a tales carencias, por lo que se apuntaron un tanto quienes finalmente nos la traen. Con esto terminaba la primera parte dedicada a la música histórica.
Para emociones fuertes, la que se produjo acto seguido, la presentación del grupo ampliado (con flauta, oboe, clarinete, saxo, piano, violín y violonchelo) además de un percusionista solista –el propio Juanjo Guillem, que oficiaba igualmente de director- y diversos percusionistas de grupo. Para este nuevo conjunto se encargó una obra que se estrenaba ahora: Wemilere del cubano Louis Aguirre. A ese compositor ya había dedicado Neopercusión un concierto monográfico en julio de 2013 en Canals (Valencia). Para quienes asistimos a aquel concierto no supone una sorpresa que el grupo haya solicitado para tan especial ocasión una obra a un autor que parece idóneo: enérgico, brutal incluso, pero sin perder un ápice de poética por afán de saturación sonora.
Aguirre tiene un imaginario propio que hunde sus raíces en los cultos ancestrales. Su música siempre exigente con los intérpretes tiene energía, magia, vitalidad, sudor, e invita al trance frenético del ritual afrocubano, fuente de inspiración primordial para Aguirre. Por otro lado, la obra no deja de presentar dentro de su brutalidad ciertas características de concierto barroco, con la alternancia de secciones de nutrido tutti en contraste con los solos del percusionista principal. La atención del oyente se desplaza de uno a otro con la fascinación de quien participa en algo cautivadoramente magnético.
Semejante grado de tensión no se podía sostener, y la última obra del programa resultó perjudicada por la ubicación. Zapis, de la autora serbia Milica Djordjevic pareció en comparación desabrida. Escrita para conjunto de 12 percusionistas repartidos por la sala, carente de fuerza y cuyas dimensiones tal vez excesivas restó brillantez al cierre un concierto por otra parte soberbio.
El público acogió las diversas obras con interés e incluso entusiasmo, ponderando con su aplauso los matices necesarios. Dada la calurosa acogida recibida habrá que confiar en que sirva de incentivo para nuevos proyectos igualmente atrevidos. Por Neopercusión no ha de quedar, estoy seguro; también es deseable que sigan siendo acogidos en salas como los Teatros del Canal e interesen a los festivales de nuestro país. Así un grupo numeroso como este, que mueve un instrumental importante, podrá seguir siendo visto aquí y allá, con y sin crisis.
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