Del lenguaje liberado de Walter Benjamin a la percepción vertical de Bartolomé Ferrando: fragmentos, instantes y multiplicidades

mirar al otro por lo que altera en mí,
y no por lo que viene a corroborar de mí mismo

 

Releyendo a Walter Benjamin, según Bruno Tackels[1], me interesa su sociología del lenguaje. Un repaso a las posiciones de su época conducen a figuras imprescindibles como Jean Piaget. Si el origen del lenguaje debe evidentemente considerarse con respecto al de su relación con el pensamiento, Piaget segura que esa relación está muy clara en el terreno del lenguaje infantil.

El lenguaje socializado está duplicado por otro lenguaje —menos visible— de carácter egocéntrico, sin propósito de comunicación y vinculado al pensamiento. Richard Paget, por su parte, considera el lenguaje como “una gesticulación de los instrumentos lingüísticos”.

El elemento primero es el gesto, no el sonido.”

“Benjamin apunta a esa idea del lenguaje que no está ya abocada únicamente a la comunicación, explica Tackels, un lenguaje liberado de la pesada obligación de ser instrumento, un lenguaje que se convierte en revelación de nuestra esencia más íntima y del lazo psicológico que nos liga a nosotros mismos y a nuestros iguales”.

“¿Y cómo voy a saber lo que pienso si no lo he dicho todavía?”, se preguntó el escritor inglés Edward Morgan Forster.

Por otra parte, André Gide afirma que “en el aprendizaje de las lenguas, lo más importante no es la lengua que se aprende; abandonar la propia lengua, eso es lo definitivo. Por otra parte, sólo entonces la entendemos realmente.”

Sostenía Ernst Bloch que en una época en la que se rompen todos los límites, las formas artísticas clásicas explotan para dar importancia a lo accesorio, incluso a lo desclasado (en clara referencia a la lucha de clases) y a lo vulgar.

— Forma del fotomontaje (en relación al conocido libro de Walter Benjamin Dirección única)

— Impronta surrealista, que pone en relación la dimensión mítica más arcaica con las realidades cotidianas más inmediatas.

[ las catedrales = estaciones de religión ]

— Bloch atribuye el mérito a Benjamin de sustituir la intención — que muere por la verdad— por el fragmento —aprovechado por la realidad—.

“La intuición debe ser el único juez, guía y armonizador de toda traducción o integración de la forma puramente abstracta. Mientras más utiliza el artista las formas casi abstractas o abstractas, más se familiariza con ellas y más se adentra en su terreno”, dejó escrito Kandinsky en De lo espiritual en el arte hace más de un siglo. Desde el principio de la necesidad interior el artista ruso asegura que “el arte, eternamente libre, no conoce la obligación”. Esa necesidad interior parte a su vez de tres necesidades místicas fuertemente trabadas:

“Todo creador ha de expresar lo que le es propio (elemento de la personalidad).

Todo artista, como hijo de su época, ha de expresar lo que le es propio a esa época (elemento del estilo, como valor interno, constituido por el lenguaje de la época más el lenguaje de la nación, mientras ésta exista como tal).

Todo artista, como servidor del arte, ha de expresar lo que le es propio al arte en general (elemento de lo pura y eternamente artístico que pervive en todos los hombres, pueblos y épocas, se manifiesta en las obras de arte de cada artista, de cada nación y de cada época y que, como elemento principal del arte, no conoce ni el espacio ni el tiempo).”

El peformer y poeta visual Bartolomé Ferrando propone en su ensayo Arte y cotidianeidad[2] la idea de la percepción vertical. El desarrollo de una percepción instantánea de todo lo que acontece en cada instante. Sin esperarse a qué sucederá más tarde ni a la posible evolución de cada instante.

Campos de inmanencia, frente a lo jerárquico.
[ sin estructuras ni trazados ]

 

Notas


[1] Tackels, Bruno. Walter Benjamin: una vida en los textos. Valencia: Universitat de València, 2012.
[2] Ferrando, Bartolomé. Arte y cotidianeidad. Hacia la transformación de la vida en arte. Madrid: Ardora Exprés, 2012.


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