ENSEMS 2019: La voz, el territorio acústico y Llorenç Barber

La presente edición del festival valenciano ENSEMS, que se celebrará del 14 de abril al 15 de mayo, se articula en torno a un triple interés: la voz, el territorio acústico y el homenaje a Llorenç Barber.

La voz opera como eje central del enfoque del festival, actuando como su hilo conductor. La voz, según su etimología, hace referencia a la llamada (“vocare”) y a la palabra (el “epos” griego). Es decir, a la comunicación y al medio. Justamente, dos asuntos que han sido centrales en la reflexión que acompaña o dirige la creación que se posiciona críticamente frente a su tradición. De este modo, la voz no sería solamente ese resultado sonoro que emerge de la interacción del aire con la faringe y las cuerdas vocales, sino también -y al menos- metáfora de lo comunicable (por eso se dice eso de “dar voz a”), de lo presente y lo ausente (de ahí que podamos decir “las voces de una generación”) y de la relación con nosotros mismos (como cuando nos referimos a “la voz interior”). Adriana Cavarero y Mladen Dollar encuentran muchos más recovecos a la voz, pero es imposible aquí pasar por ellos y mantener la rigurosidad. Hago esta diferencia, sin embargo, para destacar que, incluso en aquellas que no haya voz en tanto encuentro entre laringe y aire, hay algo del problema de la voz que afecta a todo lo sonoro: qué queda de lo específicamente sonoro más allá de lo que se traduce en contenido semántico. Es decir, la voz ha sido minoritariamente tratada desde su carácter sonoro, sino su capacidad de portar significado o ser traducida significativamente. De esto adolece la jerarquía de los sonidos –la música- que, durante siglos, vio su voz siendo huella de mundos interiores de –así llamados- genios, solo transitables parcialmente; o huella de contenidos espirituales de toda índole, como programas, poemas, pasus duriusculus o formas sonatas. Hay algo de lo vocal, lo fónico, perdido a favor del logos. Y es que nuestro saber se ha constituido, en buena medida, a costa de la imposición del logos frente a todo lo demás. Incluido el phonos. Así que la pregunta que arroja la voz es sobre sí misma en tanto phonos sin un logos que satisfacer de entrada. El triple encuentro en ENSEMS de la voz se da, por tanto, como phonos (refugio de lo sonoro), la comunicación y el medio. Spinoza decía en su Ética que aún habría que determinar lo que puede un cuerpo. Habría, quizá, que preguntarse, en esta línea, qué puede una voz.

El segundo bloque temático está dedicado a la noción de “territorio acústico”, que aparece enfáticamente en la obra de Brandon LaBelle. Se trata, con tal noción, de desestabilizar esa aproximación o bien en exceso optimista del futurismo o bien en exceso geográfica del paisaje sonoro. Se trataría, más bien, de pensar cómo –y si es posible- articular un “territorio acústico” más allá de la geografía concreta, esas categorización que presuponen cierta relación de propiedad cuando enunciamos “mi” ciudad o “mi” barrio y dar un paso atrás. La propuesta de LaBelle consiste en pensar en qué medida el sonido abre interrelaciones no mediadas o prearticuladas por lógicas previas a sí mismo, esto es, cómo haría saltar por los aires justamente los criterios impuestos a lo sonoro cuando se trata de definirlo. En concreto, invita a pensar en la dimensión política del espacio a través de una reflexión crítica del mismo a través del sonido y, más específicamente, de la definición de lo público y lo privado. Le interesa, así, pensar estos territorios acústicos como diferentes dimensiones de la experiencia cotidiana del sonido y cómo ésta podría ser (o no) un medio de trasformación personal y social. Esta dimensión sociopolítica que comienza desde la propia experiencia, desde la que nos distanciamos a través de la atención a lo sonoro, e implicaría el escrutinio de prácticas locales. Se trata, por tanto, de considerar cómo se comparte el espacio o, más aún, cómo se construye ese espacio a compartir desde lo sonoro, que incide en la identidad inserta en un “tejido social” donde se hilvanan “sonidos locales, la cultura sonora, la memoria auditiva y los ruidos”. El espacio, por tanto, “no contiene cosas”, sino que en tanto esas cosas –entendidas dentro de la indeterminación de suyo que porta el sonido- se constituyen solo como relacionales, el espacio estaría siempre en tensión consigo mismo, renunciando a las garantías que le eran otorgadas desde lo visual.

El último punto de nuestro recorrido es el homenaje al 70 aniversario de Llorenç Barber, que hace 41 creó ENSEMS y es historia viva del recorrido, nada fácil, de eso que no aproblemáticamente se llama creación sonora contemporánea. Sobran los motivos para el homenaje, pero quizá por eso mismo haya que hacerlo (el homenaje y la exposición de motivos). La compleja perspectiva desde el presente con respecto a aquellos que lo configuran hace que, en muchas ocasiones lleguemos tarde para la interpretación y la comprensión del mismo. Quizá el verdadero sentido de un homenaje sería poder resistir a la efeméride y que, por tanto, no haya que esperar a estos biensonantes (algo, además, especialmente cuestionable en un marco donde el objetivo es romper con los criterios que hacen que algo suene “bien” o “mal”) números redondos, que parece que justifican de suyo la urgencia y necesidad de un homenaje. Habría que pensar en el homenaje posible desde las aristas y las esquinas de los números no redondos, de lo poco biensonante y la actualidad en la que se posiciona el homenajeado. Habría que ir más allá, también, y recordar que homenaje es una palabra que deriva del juramento de fidelidad del vasallo a su señor. Estoy segura que el mejor homenaje a Barber sería el que él siempre ha llevado en su propia práctica: no jurar fidelidad a ningún señor y, más aún, cuestionar la legitimidad del señorío en la producción artística. Así que el mejor homenaje a Barber es hacer presente su propuesta del trabajo irreverente.

 

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