José Luis de Delás: de nuevo, el olvido…
El pasado 21 de septiembre fallecía el compositor, director y profesor José Luis de Delás. No es cuestión de hacer aquí un recorrido por su trayectoria creativa ni por su feliz reaparición en los años 90 del pasado siglo en el Aula de Música de la Universidad de Alcalá de Henares, donde supuso un verdadero aire fresco en el recalcitrante panorama español de esos años. Pero sí de comentar, aunque sea brevemente, algo bastante triste y desgraciadamente extrapolable al personaje, por frecuente.
¿Qué hace que un compositor reconocido y respetado por su obra tenga tan poca repercusión en su país de origen? ¿Sirve como excusa el hecho de que viviera fuera de España? Parece que no. En más de un caso, es precisamente esto lo que motiva ese interés provinciano por el que se ha ido. “Si es bien visto fuera, por algo será”. Como si lo que ocurriera en otro lugar, por muy centro del mundo que sea en la disciplina que sea, constituyese una garantía inapelable de calidad.
El caso de José Luis de Delás es triste porque, además, él sentía este olvido como un dolor muy profundo. Probablemente como la mayor parte de los exilios, el suyo tenía el sabor permanente de la pérdida y la necesidad de seguir vinculado de alguna forma a su lugar de origen era algo que, los que le conocimos de cerca, sabíamos que estaba siempre a flor de piel. Y la lógica conducía a pensar que el vínculo definitivo debería llegar de la mano del reconocimiento. Podría entenderse que lo obtuvo con el Premio Nacional de Música concedido en 1995, pero no fue así, al menos de una forma definitiva. Un premio, por importante que sea, no tiene temperatura, no responde nada más que a un acto de corte institucional. Sólo el interés por su música, en su país, podría haberle traído de vuelta. Y esto no ocurrió.
Cuando murió Paco Guerrero, hubo muestras de reconocimiento insospechadas. Parecía que, una vez desaparecido, aquel carácter incómodo daba paso al gran compositor. Ese Guerrero al que Delás defendió en un jurado del Premio Nacional y que fue descartado por los demás miembros con un “imposible, es una persona muy conflictiva” (una respuesta que, muy probablemente, escondía otros inconfesables motivos). Ambos, Guerrero y Delás son una muestra muy clara de impulso creador sin ambages, de una forma comprometida de entender y vivir el arte. El primero, desde una práctica creativa totalmente orientada hacia un punto muy concreto, el trabajo con los fractales; el segundo, también radical en muchos aspectos –como en su compromiso político- pero extremadamente abierto en su pensamiento, una apertura que se articulaba desde la pregunta, poniendo en cuestión lo propio, e intentando penetrar y comprender lo que, en un principio, le era muy ajeno. Pues bien, los dos compositores son igualmente una muestra de valor artístico y de conformación de materia cultural que su país olvida de forma incomprensible.
Si en vida se escuchó poco a José Luis de Delás en España (apenas lo que Arturo Tamayo, el más comprometido defensor de su música, logró programar), como en el caso de Paco Guerrero, como mucho, se escucharán algunas lamentaciones de pérdida (que por cierto, salvo alguna excepción, no han llegado todavía en el caso de Delás). Pero todo apunta a que su música seguirá sin ser programada. Y es una lástima, porque tanto en uno como en otro caso –Guerrero y Delás-, perdemos mucho con este olvido. Las consecuencias de este desinterés y deliberada desmemoria no son otra cosa que el refuerzo de esa pátina de ignorancia que recubre nuestra cultura desde hace no pocos siglos. Y esto, desgraciadamente, parece no tener remedio.
Para no contribuir a ello, dejaremos nuestro granito de arena, compartiendo una de las pocas obras que se encuentran en YouTube, Imago, para 12 instrumentos (1965), obra estrenada por Mestres Quadreny y dirigida, entre otros por Bruno Maderna. Aquí la escuchamos en la interpretación de Arturo Tamayo y la ORCAM.
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