Sobre herencias y desapariciones: Atelier de músicas en Sul Ponticello
Empezamos nuestro editorial mensual con una mala y una buena noticia al mismo tiempo. Primero, la buena, consecuencia más o menos directa de la mala. Damos la bienvenida a una colaboración estable, con sección propia, la del periodista musical Ismael G. Cabral, responsable de buen número de iniciativas relacionadas con el arte de nuestro tiempo, la música y el arte sonoro muy particularmente pero también otras disciplinas como el cine. Su labor de más de dieciséis años en El Correo de Andalucía o en su programa de radio, ya desaparecido, “Chorro de luz”, son dos ejemplos de buen periodismo cultural.
La mala noticia es la desaparición de El Correo de Andalucía, al menos tal como lo conocíamos. Ismael llevaba allí esta misma sección, Atelier de músicas, que ahora hereda nuestra revista. Y, además del problema laboral que genera a los trabajadores del periódico, es también una muy mala noticia el que desaparezca uno de los pocos diarios que mantenía en plantilla a un periodista musical, gran conocedor del panorama musical-sonoro de nuestro tiempo, algo todavía más raro en el espectro mediático nacional.
Lo cierto es que en un goteo progresivo, casi sin notarlo, la presencia de la música experimental –siempre escasa- ha ido desapareciendo de los medios generalistas hasta quedar en prácticamente cero. Sólo acontecimientos como un esporádico estreno de una ópera en el Teatro Real (tanto mejor si viene precedida por un premio concedido por la fundación de un banco), logra abrir un espacio en estos grandes medios. Ni siquiera la versión digital, que no admite la excusa del gasto en papel, ha permitido incrementar la presencia de la música más nueva. La explicación es clara: no hay periodistas que se ocupen de ello ni intención alguna de que los haya. Y esto es algo verdaderamente muy preocupante y negativo. Las revistas especializadas son imprescindibles pero es necesario también que la música viva esté en los medios de carácter general. Llama la atención que algunos de los que tildan de elitista a la creación contemporánea sean los mismos que la silencian por la vía más fácil: ignorándola.
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