Siempre suelo bromear diciendo que los compositores somos “animales de cueva”. Buscamos los rincones silenciosos y escondidos para poder escuchar la música que ha de salir de nuestro interior. Incluso, y con el oportuno entrenamiento previo, cuando no hallamos estos rincones en el mundo exterior que nos toca habitar, nos fabricamos una especie de caverna de la consciencia, aislándonos de todos los estímulos que nos rodean y concentrándonos en la escucha interior. [...]
Hace algunos años, mientras tomaba un café con mi amiga Araceli Campos, ella tomó una servilleta y me explicó las diferentes fases de su vida con un dibujo esquemático. Resultaba fascinante escucharle comprimir años de experiencias tan diversas en unas pocas líneas sobre un papel arrugado. [...]
La propuesta que SIGMA Project presentó en el ciclo Clásica x Contemporáneos, con el estreno en España de “La bocca, i piedi, il suono” de Salvatore Sciarrino, y otras dos obras de Magnus Lindberg y Pedro Guajardo, sirve aquí para hacer una reflexión sobre el hecho de programar.
Siempre me ha seducido el poder hipnótico de la luz tibia, débil e irregular de una vela. En el silencio de una fría noche, cuando ya nada queda, la llama vive aun, conservando un ritmo azaroso, al compás del aire que se mueve a su alrededor. La luz que emite una vela es frágil, tímida e imprevisible, acechada continuamente por la penumbra que invade todo en torno a ella. Y, sin embargo, ilumina. [...]
“4 ostinati amorosi” me había acercado a San Juan de la Cruz y, con ello, a las consabidas tres vías del misticismo que él practicaba. En algún lugar de mi imaginación se perfilaba una versión profana de estas tres fases encarnadas en un nuevo rito in musica.
Tras conjurar al dolor en “12 piedras. Ritual” quedé confusa y agotada. Por una parte, el estreno estuvo plagado de inesperadas contrariedades técnicas que hubo que resolver en condiciones bastante extremas. Por otra, más profunda, la certeza de haber pisado las arenas movedizas del alma humana me llenaba de respeto y me abrumaba. [...]
En el concepto de fábula, ese que utilizó Monteverdi como subtítulo de L’Orfeo, van implícitas muchas de las características definitorias del arquetipo occidental en lo que al desarrollo de las artes temporales se refiere. Sin duda, también las artes del espacio participan, en cierto sentido, de muchas de ellas.
Pensar la obra musical como proceso humano me ha impulsado a vivir muy atenta e intensamente cualquier proceso que me haya sido dado experimentar o, simplemente, observar. [...]