Ultra-, post-, alter-, trans- ¿qué?
Modernidad, Postmodernidad, Altermodernidad, Liquidez, Globalidad, Globalización, Mundialización, Transmodernidad, Contemporaneidad, Post-Humanismo, Complejidad, Transculturalidad, Transnacionalidad, Nomadismo, Hibridación, Creolización, Decolonialidad, Cosmopolitismo, Indisciplinariedad, Canibalismo (sí, canibalismo) disciplinar, Informacionalismo… No nos faltan sustantivos para denominar de alguna forma la realidad social, cultural, humanística o científica actuales. Epistemología y hermenéutica se alían –o se enfrentan, según el caso– para ofrecernos una suerte de abanico terminológico repleto de sutilezas conceptuales que muchas veces oculta la dificultad –pero también la incapacidad e incluso lo innecesario– que integra en sí mismo cualquier intento por etiquetar o nombrar bajo un solo concepto lo radicalmente poliédrico de la escena mundial en la que nos encontramos. De Lyotard a Quijano, de Morin a Mignolo, de Canclini a Bourriaud, de Bhabha a Castells, de Bayart a Glissant, de Augé a Rodriguez Magda, de Trías a Butler, por citar solo algunos de forma deliberadamente indiscriminada, son los autores y autoras que, cada uno desde una perspectiva propia y sumamente atractiva, han intentado aproximarse a una definición de lo que podría denominarse la/s cultura/s actual/es.
Una de las cuestiones que más salta a la vista cuando se repasan la mayoría de estas teorías es que ninguna se sustantiva en plural, es decir, no es habitual –aunque puede ocurrir– leer términos como Altermodernities, Decolonialidades o Globalidades. Se tiende a singularizar una diversidad absoluta de realidades culturales que sin duda obligarían a pensar en lo múltiple más que en lo único o simple. Esta forma de minimización de la diferencia, de consideración totalizadora, continúa y nos retrotrae precisamente a la modernidad más instintiva, cuando se buscaban grandes relatos con los que definir las cualidades del mundo a nuestro alrededor.
Cualquiera diría, por esta y otras razones, que nos encontramos aún en la modernidad, que Lyotard sólo observó un matiz parcial de su realidad contextual colonizadora y que su paradigma no ha alcanzado todavía zonas no occidentales por lo que sería prácticamente una desfachatez hablar de una nueva época.
Otros afirmaríamos que la situación ha cambiado: que es obvio que la transformación social, artística y cultural –por no hablar de la económica– que se ha operado desde comienzos de los años noventa –al menos en nuestro mundo– justifica la búsqueda y la necesaria determinación de un nuevo paradigma que intente aunar nuestra experiencia cotidiana y la relación con un entorno, real y virtual, que nos define.
Finalmente, cabría preguntarse incluso si realmente es necesario reflexionar en torno a ello; si etiquetar de manera homogénea y unánime la multiplicidad y lo poliédrico de la actualidad cultural y social bajo un paraguas conceptual lo suficientemente sólido como para no mostrar fisuras es imprescindible para seguir adelante, para dar pasos en alguna dirección.
Mi respuesta es sí.
Pero cada día me lo creo menos.
Ultra-, post-, alter-, trans- ¿qué? por Pedro Ordóñez Eslava, a excepción del contenido de terceros y de que se indique lo contrario, se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 International Licencia.