¿Hay vida después de Maxim?
Titulábamos nuestro editorial del pasado mes como “Censuras, dimisiones y palabras vacías”, pero nos faltó tiempo para incluir, entre los dimisionarios, al recién nombrado Ministro de Cultura y Deportes Maxim Huerta. Toda esta chusca situación, con las mil y una gracietas que provocó (y algunas páginas de indignación que, a su vez, servían para otros tantos chascarrillos), ha pasado a una situación de absoluto silencio con el nombramiento de su sustituto, José Guirao, reconocido gestor cultural –este sí con trayectoria en el currículo-, al que parece se le conocen menos amigos y enemigos (o son menos ruidosos) que al presentador de Ana Rosa. La impresión de que todo ha tomado un cauce más razonable, de que el gobierno ha reconducido una situación que parecía obedecer al capricho más que a una línea política meditada, se ha apoderado de la opinión pública (y publicada).
Sin embargo, no podemos obviar que esta sustitución no es fruto de una marcha atrás desde el convencimiento de que se había puesto una persona poco adecuada en un cargo de enorme responsabilidad. La sustitución viene dada por lo de siempre: la corrupción y sus derivaciones. Los “debe” de Maxim con la Agencia Tributaria –vía condena de 218.332 euros- son la razón única de que Guirao esté al frente del ministerio. Evidentemente, se podría haber nombrado a otra figurilla, pero en este caso parece que la crítica por la inexperiencia gestora de Huerta aconsejaba no meter las dos patas a la vez.
Pero, insistimos, sorprende el silencio. ¿Qué pasará con el ministerio más vapuleado por sucesivos gobiernos? ¿Habrá pronto nuevo/a directora/a del CNDM? (por poner un ejemplo de incógnitas todavía no resueltas). Parece que el veranito llega, aplasta el calor, y se nos olvida que Maxim no era en realidad el problema. El problema es qué va a ser de ese ministerio, casi siempre tratado como la asignatura “María” de cada legislatura. ¿Será diferente con este nuevo gobierno, empeñado en que se note que abre las ventanas para que entre el aire? Eso sí, una primera acción contundente ya se ha visto, la anulación el pasado 29 de junio de la fusión del Teatro Real y La Zarzuela. ¿Será una pista? Estaremos atentos.
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