Hasta siempre, querido JM

Es difícil encontrar las palabras exactas que expresen el afecto y el respeto que muchos amigos sentíamos por el tristemente fallecido José Manuel Costa. Si no recuerdo mal, le conocí personalmente con ocasión de mi participación en la Feria de Arte Estampa, concretamente en su apartado de arte sonoro llamado Sound In. José Manuel estaba realizando allí mismo uno de sus programas para Vía Límite. Al fin pude encontrarme con él aprovechando la entrevista que me realizó, comprobando lo que tiempo atrás intuí por las redes sociales, el entusiasmo por tu trabajo.

Era un gozo conversar con él sobre arte sonoro, música electrónica, e incluso política. Porque José era una persona muy politizada. Siempre escuchaba los trabajos sonoros que le enviaba, y ahora se me hace raro no poder conocer sus opiniones, o recibir sus consejos sobre mi trabajo, el arte, y la vida. Su repentino fallecimiento tras horas de lucha nos ha dejado muy apenados. Aún cuesta asimilar su muerte. Antes no había podido escribir de forma reposada, y es ahora, pasadas unas semanas, cuando ya fluyen las palabras.

Los que dedicamos parte de nuestro tiempo a esto del arte sonoro, música experimental, o como queráis llamarlo, hemos perdido a nuestro mayor referente.

Era un padre que siempre respaldaba desde el minuto uno nuestros trabajos, al menos así nos sentimos algunos, como auténticos huérfanos. Parte de lo que tenemos de escena o algo parecido a ella comenzó a articularse de forma seria gracias a algunos ciclos, grupos de redes sociales, sellos discográficos, pero principalmente a través de programas como Vía Límite, en cuyas emisiones, además de culturizar a los oyentes con sus programas impecables, aparecían proyectos necesarios de difundir aunque estuvieran alejados del mundillo académico. Era el espaldarazo a nuestras propuestas. El reconocimiento del maestro.

Su muro de facebook está inundado de un infinito drone sónico de respeto y afecto que la gente le está devolviendo en forma de emotivos mensajes. Porque para él la cultura no era algo abstracto, era la suma de las personas que nutrían el arte con sus respectivas obras. Las palabras más repetidas estas últimas semanas en homenaje a Costa son humildad y generosidad, más allá incluso de la significancia de su prestigio como experto y profesional. Un ejemplo, Robin Rimbaud, escribió esto cuando le informé de su fallecimiento: “Maldita sea. Realmente triste leer esto aquí. Fue un tipo fantástico y muy solidario con mi trabajo, especialmente al principio. ¿Cuándo sucedió esto? Odio descubrir tales cosas en línea y especialmente cuando se pierde a una persona tan buena. ¡Lo extrañaré también!

Es remarcable su apuesta por el arte que no se ve, el que únicamente aporta sonido para algo tan emocionante como la escucha. Espero que algunos tomen nota de ello y no entremos en un auténtico agujero negro orquestado por las artes plásticas. Los que trabajamos con el sonido nos quedamos especialmente rotos y vacíos, pero con la esperanza de que pervivirá en todos nosotros hasta que llegue el último de nuestros días.
Algunos programas que respiraban el mismo aire que Vía Límite (Vericuetos, Llums de Tunguska, el mítico Ars Sonora) han recordado lo importante que fue Costa para esta escena eternamente invertebrada.

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Sintonía de Vía Límite

El crítico de arte, comisario, e incluso DJ, tenía un curriculum increíble. Iba para médico, pero al final se dedicó a al arte. Para conocer mejor su trayectoria os recomiendo el programa que le dedicó su compañero y amigo José Miguel López en Discópolis no hace ni un año, donde se muestra que en cada gran salto adelante cultural en nuestro país, él estuvo siempre ahí, protagonizando y visibilizando esos cambios. De La Movida a la música experimental y el arte sonoro. De sus críticas de arte y música en El País (hizo la primera reseña de Esplendor Geométrico), y su paso por Radio El País, La Luna, Onda 2 Radio, Diario.es, el ya citado Vía Límite, o su último programa (realizado con Abraham Rivera) Retromanía, a colaboraciones en publicaciones de todo tipo, incluidos fanzines (recuerdo con añoranza la publicación Self). José Manuel también fue protagonista en el resurgir vital de la nueva Alemania post muro, como corresponsal en Berlín para el periódico ABC. Después se trasladó a Londres en los tiempos de reclusión del dictador Pinochet, si no me falla la memoria. Desgastaría el teclado si continuara enumerando todo lo destacable en lo profesional de José, pero de su amplio y notorio historial, quiero destacar Vía Límite, ya que marcó un antes y un después mientras existió ese programa radiofónico.

Mostró a los oyentes la música experimental, el arte sonoro de una nueva generación no arraigada en el academicismo y que surgió de la democratización en las formas de composición. Tenía muy buen olfato para descubrir nuevas propuestas, valorando en sentido estricto el sonido como fuente expresiva de primer orden. Y eso es mucho decir. En este sentido, fue un visionario, como casi en todo. Siempre le estaré agradecido por prestar atención a mi trabajo sonoro y valorarlo. También por escuchar mis sesiones de DJ y concederme un par de entrevistas para un blog ya extinto. Recuerdo un pequeño texto que me envió sobre el ruido y que me impresionó. Era para un artículo que escribí sobre centenario de Luigi Russolo. Me impactó porque planteaba lo opuesto a lo que muchos teóricos y expertos afirman sobre el tema: “El ruido pudo y puede liberar de convenciones, pero es esclavo de su época, y este ruido que nos rodea es, casi siempre, el del progreso capitalista, no el de una acción revolucionaria”.

Aunque podría escribir mucho sobre su relación con la música experimental, toda la escena de paisaje sonoro y grabaciones de campo (defendía a capa y espada el gran nivel que había en España), quiero dedicar unas líneas a una faceta no tan conocida por algunos, su pasión por la música de baile, de club en sus diversas variantes, ya que sus gustos eran muy eclécticos: techno, acid house, drum and bass, dub, ambient, illbient, etc.

Su pseudónimo como DJ tiene miga, ya que no solo describió lo que ocurría en la capital alemana, sino que protagonizó y ayudó a constituirse toda una escena electrónica radical surgida de las cenizas de la Guerra Fría. Tal vez por el apellido o el acento, lo desconozco, los alemanes creían que era portugués de ahí el nombre que le adjudicaron en sus andanzas como pinchadiscos: Da Costa, que es como se le conoció en algunos círculos berlineses cuando lo enrolaban para pinchar (en Self publicó algún artículo con ese pseudónimo).

Aunque si no recuerdo mal fue debido a que al apellidarse de Costa, en alemán “von” era algo que les provocaba carcajadas a sus amigos alemanes, así que pasó a ser directamente Da Costa. En sus sesiones no lo hacía nada mal. Desconozco si existe alguna grabación de aquella época, creo que hay alguna cassette circulando, pero de una sesión en una galería de Barcelona.

Recuerdo que en 2014 pinchó en la fiesta organizada por Autoplacer en el Club Paraíso de Madrid, y meses después (noviembre) hizo lo propio en  Murcia para una fiesta de Intonarumori (Cabina Experimental), en Bar Ocio.

Tenía su estilo personal, basado en conceptos de vanguardia donde aunaba en forma de collage diversos tipos de sonidos arriesgados (berlineses y vieneses) con sonidos de dub futurista por debajo de voces de poetas y música concreta. No importaba que adoleciera de cierta técnica. No vamos a decir que pinchara como Jeff Mills o Claude Young, o Dj Pierre (de los que más le gustaban) pero lo importante eran sus selecciones, perfectas, modernas, dignas, contextualizando como nadie lo que sucedía en cada momento. Porque aunque estuviera detrás de unos platos, Costa seguía siendo un intelectual con una cultura inmensa y variada. Es por esto que su falta ha generado tan inmenso vacío. En una ocasión me comentó que era capaz de meter sonidos planeadores a lo Tangerine Dream, ritmos africanos contundentes, ruidos electroacústicos y algunas frases vocales. Menuda suerte vivir en aquel Berlín de principios de los 90, donde además de pinchar, hacía de productor con su amigo Andreas Pieper (miembro de General Magic).

Anécdotas tengo muchas de las numerosas conversaciones que tuve con él, pero la primera que recuerdo se produjo en 2010, cuando nos conocimos. Pensó que yo vivía en Berlín por las burradas enciclopédicas que le soltaba sobre electrónica de club de la Alemania de los noventa. Un día estuvimos conversando largo y tendido sobre aquella estúpida (esa fue su definición) ley británica de 1994 (Criminal Justice Bill) dirigida contra travellers y amigos de las fiestas rave.

Me emocionaba cada vez que me contaba algo sobre los grupos y productores que llegó a conocer. Eran vivencias propias de esas que leemos todos en los libros sobre techno. Míticas sesiones de unos recién llegados productores de Detroit, que si este u otro festival. En fin,  la lista sería interminable. Dejo algunos nombres: Blake Baxter, Spiral Tribe, Tanith (Thomas Andrezak), etc. Casi todo lo que pueden leer en el recomendable libro Klang Der Familie lo vivió (y disfrutó). Creo que la amistad vino de ahí, de esas charlas sobre esta música popular, además de la afinidad por la música experimental y las field recordings. Afortunadamente, José Manuel Costa era uno de los grandes intelectuales sobre arte, y nada proclive a defender algunas de las tesis reaccionarias de Adorno. Ciertamente no importaba el tema a tratar en sus conversaciones porque siempre daba, sin pretenderlo, clases magistrales. Su humildad era verdadera.

Ambos teníamos la idea de que cualquier tipo de música podía ser excelsa. Tenía dudas para elegir a Jeff Mills en 1992 o Tony Conrad en 1995. Y esto decía mucho de su pensamiento sobre la música, y el arte en general.

Disfrutaba con los debates extensos sobre política y techno, porque para él, este género tenía un código aún por descodificar.

Para los que conozcan más al Costa comisario y serio, sepan que disfrutaba como un adolescente con las sesiones y la música del colectivo “guerrillero” Underground Resistance a los que consideraba aún más bestias que Public Enemy, no por mensaje (igualados) sino por intensidad sonora. Una de sus debilidades era el dub, un estilo muy influyente pero que jamás triunfaba. Le apasionaba tanto la música (a pesar de su edad y del recorrido vivido en experiencias) que parecía un niño travieso cuando programó en Retromanía el himno acid I´ve Lost Control de Sleezy D.

Pensándolo bien, lo suyo fue estar siempre en el paritorio de las escenas más arriesgadas que surgieron en los últimos cuarenta años. Y por ello dejó huella más allá de nuestras fronteras. Muchos de los ilustres de la música electrónica surgida en los años noventa le deben mucho. Sellos ahora tan ilustres y prestigiosos como Mego, tuvieron el respaldo inicial de José Manuel Costa. Participaron en una de las primeras ediciones del Sónar gracias a su influencia y contactos. Tras su fallecimiento, informé a algunos de sus amigos músicos en Alemania, pues desconocían la mala noticia. Por este motivo, al pedirles que dedicaran unas palabras a su memoria, no dudaron ni un instante.

Para el recuerdo quedará el viaje relámpago que el músico Justo Bagüeste realizó desde Huesca para asistir al velatorio. Hizo sonar su saxofón, impregnando la sala de música. Todos los que no pudimos acudir a ese tanatorio estuvimos bien representados en Justo.

Ahora quedan para el olvido los proyectos que teníamos hablados en su última visita a Murcia cuando la Asociación Intonarumori pudimos traerle gracias a la generosidad de la Facultades de Bellas Artes y de Educación para que impartiera un par de conferencias a finales de 2017. Fue la última vez que le vi.

El contacto por redes sociales siguió, hasta unos pocos días antes de su fallecimiento. Cuando pensé en escribir algo sobre José Manuel, les propuse a algunos músicos y amigos extranjeros de José si querían dedicarle algunas palabras. Todos aceptaron sin pega alguna. Vitor Joaquim, Robert Henke (Monolake), Robin Rimbaud (Scanner), Peter Rehberg (Mego), y Peter Maibach.

Mis condolencias a su familia, especialmente a Isabel.

Vitor Joaquim:En el Trendelenburg de 2012 he tuve el gran placer y honor de conocer a José Manuel Costa. Además, he tenido la sensación que nos hemos tornado muy amigos sobretodo por la pasión con la cual mirábamos la música: gustar de oír-la, pensarla y aceptar que hay cosas que no se saben tan bien como se sienten. Tremendo hombre, y profundo conocedor de la música y de su entorno. Una lastima para todos, para los españoles en particular, y para la familia y amigos en especial. Que se haga un Buda, RIP. España y la música están en deuda con José Manuel.

Peter Rehberg:José fue el primer periodista internacional en abogar por el trabajo que hicimos con Mego. Estuvo allí desde el comienzo en 1995. Él fue la razón por la que fuimos al Sonar en 1996, que fue nuestra primera salida importante fuera de nuestra base de operaciones.

Robert Henke:Descansa en paz, mi querido José Manuel Costa. Gracias por las discusiones, inspiraciones y argumentos sobre arte, música, vida y todo el universo. Gracias por los grandes momentos en Berlín, a principios de la década de 1990, y por todo lo que siguió después. Se te extrañará mucho.

Robin Rimbaud:A principios de la década de1990, mi carrera musical apenas comenzaba y tuve el honor de ser invitado a tocar en una de las primeras ediciones de Sónar en Barcelona. Tuvo lugar en una versión mucho más modesta que la de hoy, con una serie de conciertos en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, ​​y estuve encantado de compartir el escenario y el ambiente con muchas personas inspiradoras. Es allí donde conocí a José Manuel, un hombre cuyo entusiasmo por la nueva música era abrumador. ¡Hablamos con entusiasmo sobre la música entre cada acto en vivo!

A medida que pasaban los años y mi carrera se expandía, nuestros caminos se cruzaban con frecuencia cada vez que viajaba, a menudo en las circunstancias más sorprendentes y siempre era un placer sentarme con él y compartir historias de nuevos lanzamientos, nueva música que habíamos escuchado y querido para compartir el uno con el otro. Su actitud cálida y afectuosa era seductora, y hasta el día de hoy recordaré siempre su sonrisa feliz y su gran energía para escuchar nuevos sonidos y formas en nuestro mundo sónico.

Llegaría a Berlín y estaríamos allí, o en un espectáculo en Londres nos encontraríamos, o de repente en algún otro lugar del mundo. ¡Siempre fue una sorpresa alegre! Tal era mi creencia en sus gustos y elecciones musicales que a menudo escuchaba sus programas de radio. Apenas entendía una palabra de español, ¡pero siempre abrazaba la música que programaba! Su presencia será profundamente extrañada.

Peter Maibach:La última vez, cuando caímos sobre nuestros cuellos, nos abrazamos felizmente. Fue una visita sorpresa a Berlín para la gran exposición sobre los años 90 en Künstlerhaus Bethanien. Se sentía como todos los 25 años antes, realmente muy bueno, sincero, agradecido y feliz. Pedimos rápidamente un par de copas de champán, que vaciamos con su amada Isabel. Recordamos aquella época impresionante en Berlín, después de la caída del Muro. Un tiempo libre y aparentemente sin fin, con la sensación de que todo era posible para creadores, críticos.

Me diste impulsos, siempre fuiste correcto y verdadero amigo. Siempre has sido inspiración a través de palabra y obra. Antes que nada, tu actitud, tu mirada, tu palabra. Esto era muy importante para mí. Debido también a que no tuviste pretensiones de protagonismo, sin lanzarte al primer plano. Para nosotros, en el círculo de amigos de Berlín eras más que nuestro hombre en Madrid. Periodista, compositor, DJ, amante de la música, del arte. Estabas en todas las venas pulsantes. Le debemos más de lo que está escrito en todos los anales sobre esta década. Todos los que le han conocido saben exactamente lo que quiero decir, y llevarán siempre consigo su mente fresca y crítica. Reverencia y lágrimas. Nunca te olvidaré.”

 

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