“Improvisación positiva” para solucionar problemas
Hace algún tiempo leí en un periódico local una entrevista realizada al director de la línea de alta velocidad La Meca-Medina (con anterioridad, fue el responsable de la línea Madrid-Valencia y desconozco si en la actualidad sigue desempeñando algún cargo), Santiago Cobo, en la que el periodista resaltaba en su titular el siguiente mensaje: La “improvisación positiva” para solucionar problemas. Acostumbrado a leer siempre todo lo contrario, es decir, a que la improvisación vaya asociada al desprecio o al rechazo, este titular me llamó especialmente la atención y máxime teniendo en cuenta que dicha afirmación fuese lanzada por un ingeniero en telecomunicaciones.
Desde tiempos inmemoriales, la improvisación ha formado parte de la vida cotidiana de nuestros antepasados y ha sido fin y medio al mismo tiempo en todas las disciplinas artísticas. No obstante, el concepto de improvisación siempre ha convivido con connotaciones semánticas negativas y peyorativas. De ahí mi sorpresa al leer la respuesta que Santiago Cobo dio al ser preguntado por el desafío que supone construir 450 kilómetros de línea de alta velocidad a través del desierto de Arabia. Ante los numerosos y difíciles retos a los que se enfrenta la construcción de esta infraestructura, el ingeniero de Renfe/Adif preguntó al público que colmaba el auditorio del Colegio de Ingenieros de Caminos de Valencia: “¿Qué había que hacer para adaptarse?” A lo que se contestó a sí mismo: “La improvisación positiva, dar soluciones a situaciones a las que no estamos acostumbrados.” Y concluyó su conferencia afirmando que “Somos un país capaz de adaptarnos a cualquier circunstancia. Las empresas españolas somos adaptativas.”
Bueno, sin entrar a valorar si esto último se ajusta a la realidad o es un canto a la esperanza en un momento tristemente lastrado por una larga e implacable crisis económica y financiera, que se ha llevado por delante a miles y miles de empresas pequeñas, medianas y grandes, y que daría tema para escribir uno o más artículos, en lo que sí quiero hacer hincapié y es el objeto de este escrito es en la utilización de la palabra improvisación adjetivada tan positivamente.
Cobo asegura que para dar soluciones a situaciones nuevas, a las que no estamos acostumbrados, a las que no se encuentran en los manuales de ingeniería y a las que nadie se ha enfrentado nunca antes, es necesario echar mano de la improvisación, pero, atención, improvisación positiva. Inevitablemente, de la utilización de este adjetivo junto a improvisación se deriva la idea de que exite una improvisación que no es positiva o, mejor dicho, que la improvisación casi nunca es positiva. De no ser así, ¿por qué habríamos de tildar la improvisación de positiva? De todo esto podemos concluir que la improvisación siempre es negativa, que su incorporación en cualquier actividad humana es contraproducente y que nada bueno puede salir de una acción o conducta improvisada.
Ya lo decía Cervantes en boca de su ingenioso caballero, aconsejando a su siempre fiel escudero: “Sigue tu canto llano y no te metas en contrapuntos que se suelen quebrar de sotiles.” (parte II, cap. XXVI). Este pasaje no sólo pone de manifiesto que el autor del Quijote conocía bien lo que era el contrapunto, sino que evidencia las connotaciones semánticas negativas que desde siempre han perseguido a la improvisación, como sinónimo de inconsistencia e imprecisión, en clara alusión a actitudes erráticas, confusas y poco meditadas.
No obstante, uno de los elementos que distingue a la improvisación de otras prácticas es precisamente su marcado carácter heurístico, ese que demanda Santiago Cobo a sus colegas. La Heurística, como metodología científica, es la elaboración de principios, reglas y estrategias que faciliten la búsqueda de vías de solución a problemas. Los griegos definían la Heurística como el arte y la ciencia del descubrimiento y de la invención, y, en la actualidad, como el arte de resolver problemas mediante la creatividad y el pensamiento lateral o divergente. La “improvisación positiva” hace mención a esa creatividad, a ese pensamiento divergente que nos ayuda a dar soluciones a situaciones a las que no estamos acostumbrados. La Heurística, en definitiva, es la capacidad del ser humano para cambiar su conducta, con el fin de resolver situaciones problemáticas.
Procedente del mundo griego, en concreto de Arquímedes y su famoso ¡eureka!, la Heurística es definida como la capacidad de un sistema para realizar de forma inmediata innovaciones positivas para sus fines. En la práctica de la libre improvisación musical, el factor heurístico forma parte de su ADN. En mi ensayo Quartet de la Deriva. La improvisación libre y la teoría de la deriva en la construcción de situaciones sonoras por un colectivo de improvisadores (Editorial Obrapropia, 2012) defino la improvisación libre como un proceso eminentemente heurístico. “No importan los fines, sino el disfrute de la propia actividad creativa. Y en ese ir haciendo música y jugando con el sonido, la solución de problemas y la negociación de situaciones —siempre nuevas— entre los improvisadores se resuelven y se pactan en el ínterin de ese deambular sonoro. Este carácter heurístico que define la improvisación libre choca frontalmente con la composición escrita y su interpretación en las que media una partitura, un texto que estudiar y analizar y unos ensayos. En la improvisación libre todo se decide, todo se resuelve, todo ocurre, durante el mismo proceso creativo.”
Volviendo a la “improvisación positiva” de Santiago Cobo, lo que propone este ingeniero en telecomunicaciones es no echar mano de los manuales ni de sus posibles interpretaciones, porque en ellos no vamos a encontrar las soluciones a nuestros desafíos actuales. Nadie antes había proyectado una línea de alta velocidad que atravesara 450 kilómetros de uno de los desiertos de arena más grandes del planeta para unir La Meca con Medina, teniendo en cuenta los retos que supone afrontar una climatología adversa y una orografía en constante cambio.
La importancia del consejo dado por Cobo a sus colegas radica fundamentalmente en la recuperación y revaloración del concepto “improvisación” en ámbitos ténicos y profesionales como la ingeniería. La improvisación puede ser positiva, porque, entre otras razones, es sinónimo de adaptabilidad a nuevas situaciones y nos conduce al pensamiento divergente y lateral. Creatividad es lo que demanda Santiago Cobo a los ingenieros y, en general, a todos los profesionales, ante los nuevos desafíos tecnológicos y empresariales, animándonos a pensar en el presente y en las nuevas encrucijadas que nos ofrece y no a recurrir al pasado, a lo ya vivido, a la experiencia de lo ya hecho.
Cada día se plantean nuevos retos, que con toda certeza no podrán ser abordados únicamente desde experiencias anteriores, ni desde conocimientos adquiridos, sino, por el contrario, desde la creatividad, desarrollando nuestra capacidad de respuesta inmediata, desde perspectivas nuevas, implementando otras estrategias a las ya conocidas y, por supuesto, desde el ingenio. A veces, nos olvidamos de la etimología de las palabras, esa ciencia del conocimiento un poco abandonada por nuestro actual sistema educativo. ¿Qué es un ingeniero, sino un hombre ingenioso, habilidoso, creativo, capaz de dar soluciones a los problemas más difíciles?
Aplíquemos cada día y en cualquier ámbito de la vida todo nuestro ingenio para encontrar nuevas soluciones a nuevos problemas. Innovemos, incluso, nuestra cotidianeidad. Se nos hará más divertida. Improvisemos y pongamos en marcha nuestra capacidad creativa e inventiva. Cuando Arquímedes de Siracusa se sumergió en la bañera, como tantas otras veces había hecho, nunca imaginó que ese día encontraría uno de los principios fundamentales de la Física, el de la flotabilidad para determinar la masa y el volumen de las cosas. Pero… ¡Eureka!, así fue.
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