Joan Matabosch, un profesional de la dirección artística en el Real

(c) Javier del Real

Con motivo del comienzo de la temporada 2015-16 en el Teatro Real, Sul Ponticello solicita a Joan Matabosch, el director artístico de dicho teatro, que le responda una entrevista sobre la temporada que ahora comienza, el programa artístico y la presencia de la música contemporánea en este espacio escénico. Entrevista a la que respondió con rapidez y, como se puede comprobar, con profesionalidad y erudición.

 

Sul Ponticello: Comienza la temporada ¿qué supone para el director artístico de un teatro como el Teatro Real?

Joan Matabosch: Comenzar una temporada supone lo habitual: mucha presión mediática e institucional para todos los departamentos del teatro. Pero es una presión muy bienvenida porque es una parte crucial de nuestra responsabilidad. Desde luego, comienzan a simultanearse los ensayos de diversas producciones. Por ejemplo, durante el final de los ensayos de Roberto Devereux han comenzado los ensayos de Alcina, la presentación del proyecto final de El emperador de la Atlántida, la decisión sobre el taller que va a construir La prohibicion de amar y, sobre todo, las confirmaciones sobre los artistas que van a participar en las próximas temporadas. Es decir, la actividad normal de un teatro.

Este año la temporada comienza con Roberto Devereux de Donizetti que ha permanecido sepultada en el olvido durante décadas pero que recientemente ha sido reivindicada en los grandes escenarios como lo que es: una de las mejores obras del belcanto romántico. A esta reivindicación han colaborado algunas de las cantantes más destacadas de las últimas generaciones. Leyla Gencer exhumó la obra en 1964 y Montserrat Caballé la interpretó en todo el mundo. Beverly Sills y Edita Gruberova hicieron su propia interpretación de la ópera. Y no hay duda de que la gran cantante actual para el rol de Isabel I es la extraordinaria Mariella Devia, que es quién la interpretará en el Teatro Real.

S.P.: ¿Cómo se ha planteado esta temporada en el Real desde el punto de vista artístico?

J.M.: Es una temporada con muchas novedades para el Teatro Real. Será la primera vez que se interprete Alcina de Haendel, La prohibicion de amar de Wagner, Written on skin de Benjamin, Moses und Aron de Schönberg y El emperador de la Atlántida de Ullmann.

S.P.: ¿Cuáles van a ser las principales diferencias y similitudes con las temporadas programadas por Gerard Mortier [anterior y polémico director artístico del Teatro Real]?

J.M.: Lo primero que hay que destacar no son las diferencias sino lo que hay que mantener del legado de Gerard Mortier, que es mucho. Sobre todo, su concepción genuinamente artística de la ópera como género: se trata de un arte y no de un simple espectáculo o de un producto de entretenimiento. Y como obra de arte que es, tiene que ser divulgada por el teatro, tratando de favorecer que el público comprenda y proyecte sus sentimientos en la forma artística, más allá de limitarse a recibir el impacto placentero de los sentidos y la curiosidad de lo que entretiene. Esto no es, desde luego, incompatible con ampliar el repertorio del teatro con títulos de estilos ignorados en la anterior etapa; ni tampoco con ampliar el abanico de directores de escena con nuevos artistas y nuevas estéticas; ni con ampliar la nómina de cantantes con algunos nombres del circuito internacional y nacional.

S.P.: ¿Cuál va a ser su apuesta por la ópera y el ballet contemporáneos durante esta temporada que ha comenzado?

J.M.: Lo más relevante va a ser el estreno escénico en Madrid de Moses und Aron de Schönberg, una de las obras más importantes de la historia de la música. La versión de Claus Guth de Parsifal de Wagner nos preparará para el acontecimiento porque, justamente, “Moses und Aron” se compone bajo la sombra del clima autoritario y fanático que Guth recrea en su montaje. Uno de los aspectos más siniestros de esta espiral perversa es el movimiento antisemita centroeuropeo que lleva a Schönberg a regresar al judaísmo y a componer Moses und Aron. Jordi Pons ha explicado, en los cursos de la Universidad Complutense, hasta qué punto se trata de una obra autobiográfica y que expresa el pensamiento último de Schönberg “sobre la capacidad de la palabra para expresar esta última realidad que el hombre llama Dios”. La obra medita sobre una cuestión metafísica: cómo podemos amar aquello que no podemos imaginar. Cómo podemos comunicar una Verdad sin banalizarla, sin despojarla de su propia aurea ideal. Lo inaccesible y lo inefable representan mejor la divinidad que se ha manifestado en Moisés, pero no se puede comunicar.

Por su parte, El emperador de la Atlántida de Ullmann es un complemento ideal para Moses und Aron y se presentará en una nueva orquestación de Pedro Halftter. Viktor Ullmann fue discípulo de Schönberg en Alemania, fue deportado al campo de Terezin en 1942 y acabó asesinado en Auschwitz. Compuso mucho y su obra más significativa es “El emperador de la Atlántida”, que llegó a ensayarse en el campo pero cuyo estreno se prohibió cuando las autoridades se dieron cuenta de que la obra no era otra cosa que una mirada simbólica sobre la naturaleza del fascismo, en clave humorística y con una tremenda agudeza en la denuncia de sus verdugos. Otra de las óperas de Terezin, Brundibar de Hans Krasa, también forma parte de la temporada del Teatro Real. El eje temático de la segunda parte de la temporada incluye Parsifal, El emperador de la Atlántica, Brundibar y el ciclo Bailando sobre el volcán junto a las Sesiones “golfas”. La programación de este ciclo merece un comentario: Salome Kammer propondrá un recorrido por los grandes compositores, como Schönberg, que quedaron fascinados por el cabaret judío de entreguerras; Dagmar Menzel interpretará obras que estos mismos compositores escribieron para las primeras películas de cine; Measha Brueggergosman ofrecerá un recital centrado en los compositores de vanguardia americanos que crecieron bajo la influencia de las clases de Schönberg en California, donde se había instalado tras huir de Alemania; Angela Denoke interpretará obras de los compositores que también habían emigrado, pero que se habían instalado en Nueva York, sobre todo Kurt Weill; Simon Keenlyside recreará la música de los sucesores de Kurt Weill en Broadway, que acabarán desarrollando el género del “musical”. Y Gustavo Tambascio, junto a Juan Mayorga, nos recordarán a los que no quisieron o lograron escapar mediante el concierto “Música en Terezin”.

Otras propuestas contemporáneas de la temporada, en colaboración con los Teatros del Canal, serán El caballero de la triste figura de Tomás Marco y 2 delirios sobre Shakespeare de Alfredo Aracil. Y desde luego, el acontecimiento de Written on Skin dirigida por el propio George Benjamin y con Barbara Hannigan en el rol principal.

En cuanto a la danza, lo contemporáneo está presente con el programa triple del Staatsballet de Berlín, con dos coreografías de Nacho Duato y una de Marco Goecke. Y desde luego con Sasha Waltz, que presentará su imponente Consagración de la primavera. También habrá danza contemporánea en el programa en homenaje a Enrique Granados de la Compañía Nacional de Danza.

S.P.: Las temporadas tienen que programarse con mucha antelación ¿ha pensado ya en qué tipo de óperas y ballets con música contemporánea le gustaría programar?

J.M.: Desde luego. Y se anunciarán a su debido tiempo.

S.P.: El formato de “ópera de cámara” es muy habitual para la ópera contemporánea ¿cabe este formato en su proyecto artístico para el Teatro Real? ¿Cómo producción propia o en coproducción con otros espacios?

J.M.: Precisamente, la colaboración que el Teatro Real ha iniciado con los Teatros del Canal acogerá proyectos contemporáneos de ópera de cámara. Esta temporada ya habrá dos proyectos conjuntos, y las temporadas próximas se confirmarán más producciones. El Teatro Real siempre intenta que sus espectáculos sean coproducidos con otros teatros. Es mejor producir en solitario lo menos posible. No solo para compartir los costes sino también para llevar la marca Teatro Real a todos los teatros internacionales posibles.

S.P.: ¿Qué debería tener una creación contemporánea para que fuera estrenada mundialmente en el Teatro Real?

J.M.: El Teatro Real ha estrenado creaciones contemporáneas y continuará con esta política de encargos y estrenos en el futuro. Acaba de estrenar, hace pocos meses, “El Público” de Mauricio Sotelo, basado en el texto de Federico García Lorca. Y habrá otros estrenos en temporadas futuras. No hay nada específico que deba tener una creación contemporánea para que se pueda estrenar en el Teatro Real salvo una extraordinaria calidad. En este teatro no existen las cuotas proteccionistas que algunos reclaman, que suelen convertirse en simples avales para la mediocridad.

S.P.: ¿Va a favorecer la creación de nuevas óperas y ballets? ¿Cómo?

J.M.: Desde luego que el Teatro Real va a favorecer la creación de nuevas óperas y ballets. Es una de sus funciones cruciales. Hay diversas formas de llevar a cabo este objetivo: mediante una política de encargos de nuevas óperas y también mediante el diálogo con compositores y libretistas que han estado trabajando en un proyecto concreto que pueda sintonizar con los objetivos del teatro. Respecto a la danza, determinadas contrataciones de compañías hacen posible que éstas puedan producir determinados proyectos.

S.P.: ¿Cree que en los teatros de ópera lo contemporáneo solo puede entrar de la mano de los directores de escena?

J.M.: Cualquier ópera, contemporánea o no, solo puede entrar en un teatro de la mano de los directores musical y de escena. La ópera es un arte que, como la música y el teatro, necesita de la interpretación. Es decir, es un arte que se realiza cuando se interpreta. El arte no es el objeto artístico en sí mismo sino que es algo que se produce en el receptor cuando éste lo contempla. La sensación emocionante y compleja del arte sólo se produce en la percepción. Sin percepción, no hay arte que valga. No hay ninguna diferencia entre lo contemporáneo y lo clásico en este punto. Y, si acaso, lo clásico necesita todavía más que lo contemporáneo de una mirada que nos permita recodificar una obra escrita hace mucho tiempo para lograr que, en la actualidad, todavía nos resulte relevante.

S.P.: Y, para finalizar, ¿qué relación quiere crear entre el público y el Teatro Real? Y en esa relación, ¿cómo encaja la música contemporánea?

J.M.: Una parte del repertorio del siglo XX no ha llegado todavía al Teatro Real a pesar de los esfuerzos importantes que la institución ha realizado en las últimas décadas para subsanar este déficit cultural. Este es un esfuerzo que se tiene que intensificar en el futuro inmediato si queremos construir una relación fructífera entre el público y la música contemporánea. Un teatro que todavía no ha estrenado una buena parte de las obras más importantes de Benjamin Britten es improbable que pueda conectar con la creación contemporánea inglesa. Falta un escalón, falta una referencia, falta familiarizarse con el código a partir del que estos compositores han dado un paso más. Es evidente que esto no implica que lo contemporáneo no tenga su lugar en la programación desde el primer momento, pero si buscamos crear una relación fértil entre lo contemporáneo y el público, hay que poner el acento en lo que en otros teatros es repertorio asumido y para nosotros sigue siendo nuevo.

 

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