La Marca sin música

Veamos cómo se pueden hacer bien las cosas. El concierto del 19 de mayo pasado, series 20/21, es el que organizan periódica y conjuntamente el CNDM (Centro Nacional de Difusión Musical) y la Casa de Velázquez, una institución que acoge a artistas de diferentes disciplinas becados desde Francia para desarrollar proyectos creativos en España. Algo similar al prestigioso Premio de Roma, aunque con menos glamour. Puesto que entre los residentes siempre hay compositores, se organiza esta velada con el fin de mostrar aquí sus obras. Francia tiene una política cultural de estado que proyecta al exterior y que perdura gobierne quien gobierne. La diferencia con España es notable: en su lugar se monta ese extraño escaparate, La Marca España, que agrupa los deportistas, los modistas, las tapas, la promoción turística de sol y playa, lo muy solidarios que nos creemos y algo de cultura, dicen.

Pero seguramente nuestros políticos creen que dan a la música el respaldo que precisa puesto que hay ocasiones solemnes en que se sirven de ella. Hará cosa de un año me produjo desazón ver las imágenes servidas en los informativos de las televisiones: era lo que llamaron cursi y pomposamente “la puesta de largo de la Marca España en el Parlamento Europeo”. Se veía a los eurodiputados en sus escaños de Bruselas, y al ministro García-Margallo, impávido, junto a algunos palmeros flamencos que daban el cante en un pasillo. Así, en mitad del salón de plenos, sin escenario ni nada; naturales y espontáneos que somos los españoles, y sin sentido del ridículo. La siguiente imagen mostraba el corte de un jamón, marca Campofrío, lo que en cierta medida me reconfortó.

Visto cómo las cosas se hacen rematadamente mal, vuelvo a ponderar el concierto al que me referí anteriormente. Resulta difícil imaginar un lugar mejor para presentar a unos autores relativamente jóvenes, que nos son desconocidos: el Auditorio 400 del Museo Reina Sofía, ¡con la sala llena a rebosar! El estado francés podría organizarlo con sus medios -el Instituto Francés, sin ir más lejos- pero no le daría la relevancia, la visibilidad que tiene en ese formato; resultaría pequeño y algo parroquiano. Por el contrario se le dio trascendencia con la presencia del embajador, la asistencia del diplomático avala la música contemporánea francesa ante organizadores y público.

La desidia caracteriza a otras naciones poco interesadas en integrar la creación musical en la imagen que se quiere proyectar. Los italianos, por ejemplo, se quejan de la falta de apoyo de embajadas, secretarías culturales, institutos y similares a la hora de mostrar sus labores en el extranjero. Cuentan, al menos, con algunas editoriales potentes que realizan cierta labor de amparo. Mientras, los españoles, disfrutamos de un similar desvalimiento por lo público y por lo privado. En nuestro caso, la responsabilidad de la presencia en el exterior debería recaer en el Instituto Cervantes. Pero a falta de unas directrices generales, o lo que es lo mismo de una política cultural de estado, todo depende de quién esté al frente de cada sede pues cada cual actúa según su criterio. Hay que agradecer su esfuerzo a las personas –siempre las personas, no las instituciones- que en algún momento se desvelan para que la música española no vaya huérfana, paria y desamparada por esos mundos de dios.

A fin de cuentas, los Cervantes tienen por principal misión la difusión de la lengua, quedando la cultura relegada a un rol subsidiario. Habrá que confiar en que la cultura esté amparada por la Marca España, por más que ese despropósito confunda un país con una marca y agrupe el amasijo más peregrino de cosas. De ellas destaca el deporte de élite, lo comprobamos a diario, pero también se ocupa de la cultura, de la música, ¿o no? Ahora que hay compositores de todas las generaciones que son programados en afamados festivales (en el extranjero, aquí suprimido el de Alicante ya no hay dónde), ahora que tenemos solistas y grupos que defienden esa música con solvencia, se supone que se encontrará en La Marca el lugar que lo refleje. Desengáñese el lector, no lo hay. No ya para la música contemporánea, tampoco para la del pasado. En realidad no hay un lugar para música alguna, de ninguna especie. Consúltese la web de la referida Marca. Hay un epígrafe “EDUCACIÓN CULTURA Y SOCIEDAD” que a su vez se divide en: Lengua y educación / Literatura, artes plásticas y visuales / Deportes / Cine y artes escénicas / Gastronomía / Patrimonio / Fiestas y tradiciones. ¿Dónde está la música? Daré una pista: toca buscarla en “Cine y artes escénicas”. Pues eso.

 

Licencia Creative Commons
La Marca sin música por Jacobo Durán-Loriga, a excepción del contenido de terceros y de que se indique lo contrario, se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 International Licencia.