Cuento (triste) de la Alhambra
Cuando el INAEM decidió que la crisis achuchaba mucho, y España no podía permitirse el lujo de pagar un festival dedicado a la música de creación -me refiero a Alicante, por supuesto- hubo reacciones de preocupación e indignación. No fue algo unánime en el gremio: a mi me da igual porque no me han programado nunca, dijo alguno encogiéndose de hombros. De inteligencia o visión, no podía encogerse, resulta evidente. Otros protestamos por escrito (me consta que no he sido el único) y de palabra. Tuve la ocasión de hacerlo junto a algunos compañeros de la AMCC (Asociación Madrileña de Compositores), con su presidente Sebastián Mariné, ante el Director General, Miguel Ángel Recio; no olvidemos su nombre.
El argumento fundamental para la queja era que eliminándolo se deja a nuestro país fuera del mapa de la música contemporánea, y que lo que se proponía a cambio (potenciar la presencia de la música contemporánea en otros ámbitos; ya sabemos en lo que ha quedado) no sustituye en modo alguno un evento concentrado en unas fechas y en un lugar. Resulta inviable traer al director de otro festival, a un editor, a la prensa especializada del extranjero, a actos dispersos. Se nos quiso vender que ya se haría un festival más general que agrupase las diversas artes en sus vertientes de vanguardia: teatro, danza, video, música y lo que se quiera imaginar. Algo en la línea de lo que se hace en Edimburgo, se nos dio a entender. Y si te he visto no me acuerdo.
Otra de las maravillas de un mundo sin festival al que agarrarnos sería la potenciación de la música de creación en los festivales ya existentes y no especializados en lo vanguardista. Recuerdo haberle recomendado a Recio que mirase especialmente la deriva del Festival de Granada, que supo en tiempos maridar lo antiguo y lo moderno, lo conocido y lo nuevo, la tradición y la innovación… y que se estaba decantando por los programas precocinados que traen los agentes, sin marcar una línea propia, un criterio que justifique el pomposo nombre de “Festival Internacional de Música y Danza de Granada”. Se nos aseguró que se tendría especial cuidado en que hubiese presencia de la música contemporánea. Ya.
Tengo entre mis manos el programa del festival de este año, en que se celebrará la sexagésima cuarta edición, entre el 19 de junio y el 10 de julio. La gran apuesta nacional consiste en repartir las 32 sonatas de Beethoven entre nueve pianistas españoles, más bien jóvenes –excelentes los que yo conozco, todo hay que decirlo- así como quien da de comer a las palomas. Tutto Beethoven, o como prefieren llamarlo Beethoven con acento español, que ya ha sonado bajo los auspicios de CNDM en Burgos, con mayor sentido y sin tanta alharaca.
Vamos a lo nuestro. A menos que se me haya pasado algo, no veo ningún encargo. Quizá huyan de la estrenitis y repongan algunas de las partituras de los muchos autores españoles vivos –hay donde elegir entre diversas generaciones y estilos-; pero por más que miro, nada de nada. ¿Y autores difuntos, pero recientes? Tampoco parece que tras Falla o Turina haya algo que merezca la pena mostrarse. Tal vez, siendo un festival internacional, no se programe con miras a lo español, sino que sean los nombres de los autores renombrados, como los que han recibido el premio “Fronteras del Conocimiento”, los tomados en consideración. Pues tampoco; viene Wim Mertens, y punto.
Como el Sr. Recio dejó el cargo en octubre pasado, habrá que suponer que este festival se ha hecho siguiendo sus directrices. Confiemos en que el año que viene, quizás con la excusa de la reciente muerte de Juan Alfonso García programen algo suyo, rodeado de sus principales alumnos: Paco Guerrero, Manuel Hidalgo, José García Román o José Mª Sánchez-Verdú. De lo contrario, como dice la canción de Agustín Lara, Granada, / tu tierra está llena / de lindas mujeres / de sangre y de sol, y de que haya música contemporánea, mejor nos olvidamos.
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