El ruido en transformación
¿Cuál es la percepción del ruido en las artes y en las músicas actuales? Y si existe una línea estética más o menos común en la percepción del ruido en todas sus formas, ¿cómo influye ésta en la creación artística?
He preguntado sobre estos temas a varias personas del mundo de la música y del arte, y también a personas que solamente disfrutan (de la música) como público, resultando unos parámetros de razonamiento sobre el ruido bastante comunes y compartidos.
Para empezar, ciertos dualismos como ruido/música, ruido/sonido, y la oposición entre formas acústicas irregulares y frecuencias sonoras definidas, parecen para la mayoría viejos parámetros destinados en gran parte al olvido; lo cual no me ha sorprendido, confirmando mis sensaciones y razonamientos más recientes.
El proceso de “emancipación” del ruido que tuvo principio hace aproximadamente un siglo, con el Futurismo y el Dadaísmo, continuando en los siguientes movimientos de vanguardia hasta los años setenta y ochenta, parece haber terminado su curso al iniciarse el siglo XXI.
En todo aquello que se intenta fijar y llamar “historia”, las fechas de principio y final de procesos largos suelen ser aproximativas y serán eventos concretos, sociales o tecnológicos, que definen el proceso. Los cambios en la técnica, siempre determinan en las artes un cambio de modus operandi, y un cambio de visión respecto al pasado.
En el caso del ruido podemos afirmar que el advenimiento de la era digital ha marcado un cambio de perspectiva muy importante y profundo. Vayamos por partes. Si durante más de un siglo, –finales 1800 inicio 2000-, la idea de ruido había sido asociada a ciertas posiciones vanguardistas de ruptura y “decondicionamento” (descrito por Dane Rudhyar en su libro The Magic Of Tone), primero en las artes y llegando poco a poco a una esfera más popular (la cara más destructiva del Rock post-expresionista, el Punk y todas las formas hibridas), en el principio del presente siglo las cosas cambian mucho.
En todos los procesos vanguardistas del siglo XX –que hoy consideramos “clásicos”-, sean musicales, teatrales o plásticos, ha triunfado el uso de la percusión y de otros artilugios mecánicos característicos contemporáneos a su tiempo (maquinas de escribir, sirenas, etc.). La música occidental con George Antheil o Edgar Varèse, entre otros, se relaciona, en ese momento, con los medios técnicos y los sonidos de la industria mecánica, y con los principios de la electrónica (Ondas Martenot, Theremin). Generalmente el empleo de la percusión y las máquinas han sido asociados a dinámicas musicales potentes. Ya fuese con un objetivo asociado al despertar de un espíritu arcaico como en Le sacre du printemps, o para evocar el mundo industrial como en Ballet mécanique, el “ruido” entra en escena de modo explosivo. O como en Varèse, apareciendo en forma más sutil apreciándose el tono-ruido de las ciudades metálicas de esa época. Se trata de una belleza monstruosa, la belleza de las máquinas incansables, una belleza que Mary Shelley confiere a su figura del nuevo Prometeus, creación del Dr. Frankenstein en 1918, que también cumplirá ahora su centenario.
Se trata de un empleo del ruido antecedente a la aparición definitiva de los medios electroacústicos. Este paisaje que los compositores contemplan y representan en sus obras sigue siendo visto bajo una lente todavía llena de asombro y espíritu romántico perteneciente al siglo anterior. La contemplación del mundo sonoro es casi terrorífica, un Sturm und Drang donde El caminante sobre un mar de nubes de Caspar David Friedrich (1818) contempla un paisaje de fábricas frenéticas y palpitantes que emiten vapores, sirenas que chirrían, masas oceánicas de obreros grises y ciudadanos apiñados en urbes llenas de humo, y mucho, mucho ruido.
Una vez que los sonidos podrán ser grabados, de nuevo y lentamente, los ruidos de todo tipo transformaran su identidad y sus significados en el ámbito de las artes. Este camino desde la imitación, evocación sonora, hacia la reproducción es fundamental. Walter Benjamin con su ensayo sobre la obra de arte en la época de la reproducción mecánica nos dice muchísimo en este sentido.
Ahora bien, el ruido, como todos los sonidos posibles, es “divisible”, como lo eran las frecuencias pitagóricas. Es algo que se puede capturar y sobretodo clasificar; se puede disciplinar, como las notas musicales, poniéndolo por primera vez bajo el dominio científico característico de la civilización occidental. Así, por ejemplo, la Musique Concrete se podría considerar como un fenómeno de codificación, y definir como “ruidismo bientemplado”, donde los ruidos divididos individualmente serán como notas o parábolas de un discurso lineal escrito. No es casual que la Musique Concrete con este proceso de codificación y clasificación enciclopédico haya nacido en París, en el corazón de Occidente, en la cuna del más desarrollado enciclopedismo.
Esta disciplina evolucionará en las siguientes décadas, pasará desde el dominio analógico al digital. Una de sus consecuencias digitales, el audio sampling, va a representar otro paso adelante en el dominio de los objetos sonoros de vibración irregular, un paso del cual todavía muy pocos hoy son realmente conscientes. El hecho de apropiarse del sonido y (pensar en) dominarlo crea una conciencia perceptiva más avanzada y amplía el lenguaje (no se debe olvidar que en las mismas épocas de este largo proceso, se puede también generar ruido en el laboratorio, haciéndose más difuso, en general, el límite entre realidad y fantasía).
El entorno digital más sofisticado de los últimos veinte años es responsable de esta apropiación no solo acústica sino también visual del mundo. Las posibilidades que ofrece la fragmentación digital de la información sonora se revelan infinitas. Es aquí donde vemos nacer las formas de hibridación siempre más variadas, en las que el mundo acústico primigenio se mezcla con sus posibles infinitos mundos paralelos. Si en las películas de animación se evidencia la manifestación visual de esta transformación técnica y de lenguaje, en la aplicación acústica y musical pasa lo mismo. El ruido se mezcla con los sonidos acústicos en matices siempre más sutiles, y la voz humana cantada y hablada cambia de sentido en un contexto nuevo.
Luciano Berio, en una entrevista de 1993 de Axel Fuhrmann, dice: “La presencia de la voz como ruido se preparó, desde un punto de vista armónico, a finales del siglo XIX con Wagner, Mahler y después con el Pierrot Lunaire de Schöenberg” quien, «con una especie de Sprechtgesang tomada del Cabaret […] deseaba acercar las cualidades del ruido vocal y musical» […] El ruido puede ser considerado como una cualidad de la expresión armónica, no solo como gesto. […] Pienso ahora en Bartók, Schöenberg, Webern y también en parte Stravinsky. Estos autores, celebran en sus obras, de modo realmente sutil y fascinante, la entrada del ruido en la música. El idioma hablado es aquí solo uno de los poco aspectos del ruido.”
En este sentido las técnicas de composición actuales, a partir del antiguo vocoder, con Max/MSP, o con Super Collider y Sound Hack, por ejemplo, han continuado en esta dirección de armonización del ruido, donde las voces pueden originar frecuencias y acordes, o ser transformadas con la síntesis granular. Es aquí donde apreciamos que el antiguo dualismo ha llegado a su fin, o mejor dicho: todos los antiguos dualismos han cambiado de significado, en un contexto de técnicas y lenguajes nuevos. Los sonidos acústicos del mundo que nos circunda permanecen impertérritos, desnudos. Aunque el aparatoso mundo de la hibridación, la creación, y la reproducción electrónica, confieran una nueva imagen y valor a los sonidos naturales, éstos, de alguna forma se encuentran marginados, como animales salvajes que no tienen bastante territorio vital a su alcance.
Si antes del “ruido-bientemplado” habíamos llegado a disciplinar todos los sonidos de origen instrumental, después hemos llegado a conquistar, controlar y enlatar todos los sonidos “externos” a lo que se consideraba música. La cuestión es saber si este proceso de “civilización” nos ha acercado o alejado del mundo. Si por un lado, nos ayuda a comprenderlo (como ha ocurrido durante trescientos años de enciclopedismo), o si por otro, nos transmite esta división y fragmentación marcadamente occidental, en la que nos alejamos cada vez más de una posible visión holística del universo.
El ruido en transformación por Riccardo Massari Spiritini, a excepción del contenido de terceros y de que se indique lo contrario, se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 International Licencia.