Grand Applause, música para cuadros de una exposición
Carmen de Bizet siempre está volviendo a los escenarios españoles y al cine y a la literatura. Un motivo que no deja de interesar a los artistas. No acaba de pasar la de Calixto Bieito por el Teatro Real, la de la Compañía Nacional de Danza por los Teatros del Canal o la de Víctor Ullate de nuevo por los del Canal, y, ahora, en abril aparece la que proponen Jorge Dutor y Guillem Mont de Palol en ese centro que está más allá (y más acá) de las vanguardias, como son las Naves Matadero de Madrid con el título de Grand Applause. La pregunta es ¿por qué? ¿Qué atrae tanto a los artistas como a los programadores que todos quieren tener su Carmen? ¿Por qué piensan que seguirá interesando al espectador la enésima versión o propuesta que tengan que hacerle?
Primero, hay que reconocer que la música de Bizet es, además de buena, popular por la forma que está hecha y construida y ha calado en la gente, la aficionada y la no aficionada a la ópera. Tanto los coros como esa aria de “L’amour est un oiseau” que se rebela y ese grito cantando de “Toreador”, son estándares musicales. De tan conocidos casi resultan música pop. Igual que la historia que cuenta. La de la cigarrera, graciosa y salerosa, puro sentimiento, sensaciones y sensualidad, que se guía por lo que siente, piensa y padece por unos y otros. No por lo que los unos y los otros sienten por ella. Esa mujer que resulta fascinante tanto para ellos como para ellas, por esa vitalidad libre y desprejuiciada a pesar de estar en un entorno, el gitano, el del crimen, la España de las guerrillas que lucha contra los franceses, tan machista. Una mujer que no espera a que le den permiso, sino que se permite ser lo que quiere ser, mejor dicho, se permite amar a quién quiere amar y cómo quiere amarlo. Sea frente al poder real, el militar Don José, o el poder mediático, el torero Escamillo, o el poder del grupo, las otras cigarreras o la banda de bandoleros a la que se une. Todo ello en un entorno andaluz, que incluso para los españoles sigue siendo exótico y pintoresco. Más exótico y pintoresco cuanto más al norte se encuentren esos españoles (solo hay que ver el share de Allí abajo, la popular serie de Antena3) y los europeos.
Grand Applause es un espectáculo que juega la misma libertad que Carmen, el personaje. El choque entre el gusto popular y lo que se ve en escena. Música que no solo incluye la Carmen de Bizet. También se oye Everybody’s got to learn sometime de The Korgis, la zarzuela La leyenda del beso de Reveriano Soutullo y Juan Vert dirigida por Luis Cobos, y hasta Héroes del Silencio, con los que acaba el espectáculo. Mientras, en escena, cada cuadro se llena de obras de arte de rabiosa actualidad proporcionadas por Norberto Llopis, Luis Úrculo y Bernhard Willhelm. La rabiosa tradición musical popular enfrentada a la rabiosa vanguardia artística y también entre ellos.
Choque que primero produce cierto estupor e incomodidad en el público. Más que nada porque, a pesar de haber sido convocados en el Matadero de Madrid, descoloca esa actitud con la que habitualmente se acude a un teatro a escuchar ópera (de hecho había en el patio de butacas algún que otro periodista de los que está dedicados en cuerpo y alma a la divulgación de la ópera como un arte sublime). La ópera como lo más, ese evento cultural inaccesible, al que cuando se llega uno debe sentirse afortunado porque le han dejado sentarse a la mesa. Esa idea del pobre espectador, al que se le invita en Navidad y que, aunque no le guste lo que le ofrecen, debe ser agradecido.
El público, que es un público avisado, tarda mucho en entender que es una broma muy seria, una boutade que trata de establecer una relación más fluida con el arte. La idea de que el espectador no necesita ni las instituciones ni las academias para relacionarse con el mismo. Instituciones y academias que son formas, como el telón y su borde rojo, con las que se (en)cubre el hecho artístico y la relación con el mismo. Una relación que debería ser igual a la que se establece con la música de Bizet, tan incorporada a nuestras vidas, al menos a la vida occidental, que forma parte de su banda sonora hoy y aquí igual que lo son las canciones de los Héroes del Silencio.
Cuando uno se da cuenta de eso el arte fluye desde el escenario hacia un público sentado en la oscuridad de un teatro, en vez de ser un espectador que se mueve de una sala a otra de un museo. Puesto que es imposible no ver los cuerpos danzantes y desnudos pintados por Matisse en los dos performers que desnudos se (re)presentan, interpretan, delante de la tela azul que en forma de forillo cubre el fondo de la escena. Porque es imposible no ver las referencias a Calder o a Brancusi o a Duchamp o Lucio Muñoz. La lista podría ser interminable. La facilidad con la que se integran en la vida desnuda, no mediada, como desnudos están los dos performers que protagonizan la pieza. Como también es imposible no ver cómo la excesiva intelectualización ha robado el arte y la música a un público que las recibe en usufructo para transmitirlas frescas, vivitas y coleando a las siguientes generaciones, antes que como productos muertos, pasados, pesados e indigestos.
A lo que se añade, como toda propuesta operística que se precie, un coro cuyos componentes vestidos de fantasmas blancos ocupan un escenario completamente blanco con gafas de sol para no ser deslumbrados ¿o es que están ciegos? Fantasmas que cantan al unísono exactamente lo mismo. Una metáfora más, directa y clara, como las del resto del espectáculo, de esa voz adocenada, no solo en lo musical. Hecha en forma simpática no para escocer, sino para entablar una relación, una charla, en la que sea posible disentir y, musicalmente hablando, sean posibles las disonancias. Todas ellas ideas, propuestas, que antes que una grand opéra doctoral se merece un grand applause.
Grand Applause, música para cuadros de una exposición por Antonio Hernández Nieto, a excepción del contenido de terceros y de que se indique lo contrario, se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 International Licencia.