Si me juzgan las Cortes de Amor
Ya expresé en algún artículo anterior mi idea de que el amor es, a mi juicio sin lugar a dudas, el más importante de los asuntos humanos. Describía mis obras 4 ostinati amorosi y 4 ostinati amorosi.zip como el resumen de mi exploración de las diversas formas de amor humano. Recordaba como mi segunda y tercera opera, Fonía y Renacimiento, trataban respectivamente del amor desde el punto de vista del hombre y desde el punto de vista de la mujer[1].
Son muchas más las obras de mi catálogo cuyo núcleo fundamental es el amor. Sin ir más lejos, aquella en la que, por primera vez, acaricié de forma consciente la idea de concebir la obra musical como proceso ritual, Sanar[2], compuesta en 2005 para soprano y orquesta.
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Me encargaron una pieza en homenaje a las víctimas de los atentados del 11-M; cuando comencé a documentarme a fondo sobre los hechos y las personas enfermé, literalmente. El dolor que sentí por empatía me permitió imaginar el dolor, inmensamente mayor, de aquellos que estuvieron directamente implicados. Y comprendí que, más que lamentarme, debía encontrar y compartir el camino de sanar. Hablé con varios médicos y, sobre todo, leí las obras del doctor Edward Bach encontrando en sus planteamientos consuelo, esperanza y belleza. Cada músico en su particella tenía escrita una frase suya: En verdad, el odio puede ser vencido por un odio mayor, pero sólo podrá ser curado por el amor. Mi comentario al programa de mano expresa lo más esencial de mis intenciones:
Muchos perdieron la vida en los atentados del 11-M; otros muchos perdieron alguna buena razón para vivir. Y aunque desde esa noche oscura del alma parezca imposible pensar en futuro, el tiempo siempre transcurre convirtiendo las heridas en cicatrices y el sufrimiento en sabiduría.
Sanar es un ritual sonoro, metáfora del proceso interior que cualquier ser humano ha de experimentar para superar un dolor tan profundo como el de despedir para siempre a un ser querido, o el de verle sufrir, o el de haber sufrido en carnes propias daños físicos irreparables.
Los elementos musicales has sido reducidos a gestos esenciales, desnudos de virtuosismo. A ellos se añaden algunos elementos visuales mímicos, igualmente ajenos al lucimiento teatral. Así, la orquesta y la soprano atraviesan por cinco estados que devienen el uno en el otro: primero el de incredulidad inicial que paraliza todos los mecanismos de reacción, segundo el de la ira y la desesperación que ciegan el alma y agotan el cuerpo, tercero el de luto y vacío interior, cuarto el de cambio de actitud, resurrección lenta y costosa, y quinto y último el de vuelta a la vida a través del amor.
De amor de una clase o de otra hablo, por poner algunos ejemplos, en El que no sueña no vive (2008), Cíclica (2009), 13 Landays (2009), OSTINATO RAP (2010) o L’Orfeo.zip (2011).
Pero no siempre resulta fácil de habitar el amor. Uno de los personajes de Fonía cantaba la conocida frase del Cherubino de Mozart, “Voy che sapete che cosa è amor”[3]. Con esa misma frase comienza (y en ella se basa de modo profundo por entero) mi Viola d’amore de 2008, para viola y cinta magnética y aún a la espera de ser estrenada; una obra difícil y desgarrada que se sumerge en la desesperación del desamor. La otra cara de la moneda.
En esa misma cara hostil me enredé para componer en 2012 Si me juzgan las Cortes de Amor (Mala cansó), para flauta Paetzold contrabajo en fa y electroacústica pregrabada.
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Esta obra fue encargada y estrenada por Anna Margules en el DT Espacio Escénico de Madrid el 10 de noviembre de 2013 y arropada por un vídeo de Ana Sedeño. Anna es una intérprete muy sensible y muy peculiar; además de tocar una de las pocas flautas cuadradas que hasta el momento podemos ver en nuestro país, posee una versátil formación, por una parte en las artes escénicas, y por otra en literatura francesa. Con todos esos ingredientes, y sumergida en una situación personal propicia para ello, decidí mimetizarme con una mujer medieval llamada Beatriz.
Fue durante el siglo XII cuando llegaron a su máximo esplendor en Occitania las Cortes de Amor. En ellas las damas nobles y cultivadas se reunían con algunos trobadores para constituir los tribunales de amor, en los que se juzgaba a aquellos amantes culpables de alguna falta de amor según un estricto código de 31 reglas. Se trató de un periodo privilegiado y excepcional en la historia de la emancipación femenina, y hasta nosotros ha llegado el testimonio poético de algunas de aquellas mujeres: las trobairitz. De entre estos poemas para ser cantados sólo se conserva una melodía original escrita por mano de mujer, A chantar m’er de so q’ieu non volria, firmada por la Condesa de Dia, cuyo nombre era Beatriz y que fue esposa de Guillermo de Poitiers y amante del trobador Rimbaud de Orange, al que dedicó todas sus canciones. Ésta es la traducción de su primera estrofa:
Ahora deberé cantar de lo que no querría,
tanto me lamento del que no soy amiga,
pues le amo más que a cualquier cosa en el mundo
pero no valen ante él ni la piedad ni la cortesía
ni mi belleza, ni mi valor y mi juicio,
porque soy engañada y traicionada
como sucedería si fuera poco agraciada.
Es esa la melodía en la que baso Si me juzgan las Cortes de Amor, obra en la que reviso el sentimiento de dolor amoroso que fue, es y será un campo de batalla universal, un camino oscuro infinitas veces recorrido por hombres y mujeres de cualquier época. Póngase siempre esta oscuridad al servicio de fabricar luz.
[2] Estrenada el 19 de septiembre de 2005 en el Teatro Maestranza de Sevilla, con Alicia Molina como soprano y la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla bajo la batuta de Pedro Halffter; en el marco del Concierto Homenaje 11-M a todas las víctimas del terrorismo organizado por el Parlamento Andaluz.
[3] Voi che sapete / che cosa è amor, / donne, vedete / s’io l’ho nel cor. (Vosotras que sabéis qué cosa es amor, mujeres, decidme si yo lo tengo en el corazón). Del Acto Segundo de Le nozze di Figaro.
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