Formas de amor
Tras conjurar al dolor en 12 piedras. Ritual quedé confusa y agotada. Por una parte, el estreno estuvo plagado de inesperadas contrariedades técnicas que hubo que resolver en condiciones bastante extremas. Por otra, más profunda, la certeza de haber pisado las arenas movedizas del alma humana me llenaba de respeto y me abrumaba.
Por primera vez en mi vida decidí cambiar cosas importantes de la obra (sobre todo referentes a su macroestructura temporal) después de su estreno. Hasta entonces, si algo no me acababa de convencer tras materializar mi música lo aprendía para la próxima ocasión, pero respetaba la creación original tal y como había sido concebida. Desde entonces, acepto vivir en la continua ausencia de puntos de referencia válidos y permanezco abierta a cualquier cambio que se me manifieste como necesario para cumplir los objetivos de la obra.
En cualquier caso, ya no había vuelta atrás. Un camino fascinante se había mostrado ante mis ojos. Y decidí comenzar a recorrerlo tratando sobre el asunto, a mi juicio, más importante de todos los asuntos humanos: el amor.
Y así nació en 2010 mi segundo rito in musica: 4 ostinati amorosi [1], para electrónica en vivo, bailarín y cinta. Investigué en diversas fuentes sobre las formas de clasificar las experiencias amorosas según diferentes épocas y culturas. Con todo el material resultante elaboré mi particular síntesis, apoyada en una breve selección de textos extraídos del Cántico espiritual de San Juan de la Cruz; la elección de estos versos se debe a su capacidad para inspirar niveles muy diferentes de interpretación, desde lo místico a lo erótico pasando por todas las gradaciones intermedias. La estructura resultante fue la siguiente:
Observamos cuatro fases en total. Las tres primeras corresponden a los tres tipos básicos de amor, ordenadas partiendo del más exclusivamente humano (el amor que mira al cielo, metafóricamente alojado en el neocortex) y culminando en el más instintivo (el amor erótico, que mira hacia delante y se aloja en el cerebro más ancestral, ese que compartimos incluso con los reptiles), pasando entre medias por el amor-entrega (el que mira a la tierra y se aloja en el cerebro medio junto con todo ese universo llamado emociones y que tenemos en común los mamíferos). La cuarta fase es el estado ideal de equilibrio en el que los tres amores se funden y se confunden en la experiencia de plenitud.
Desde el punto de vista tecnológico quise simplificar con respecto a mi anterior espectáculo sobre el dolor, y con ello evitar que se enturbiase el objetivo principal del nuevo ritual que estaba concibiendo. Es decir, lo importante era la experiencia a vivir por parte de los participantes, tanto a nivel de intérprete como de público, y ningún cable suelto o sensor mal conectado debía interponerse en ello.
Para eso, sobre una base pregrabada que sirve de estructura profunda a la pieza propuse la superposición de otras capas expresivas que requieren de una dosis importante de improvisación por parte de ambos intérpretes. El bailarín, además de acercarse tres veces a respirar de tres modos preestablecidos ante un micro, viste en tres ocasiones una prenda interactiva con un sensor de magnetismo diseñada especialmente para manipular elementos del conjunto sonoro alejándose de o acercándose a un potente imán (en el caso del estreno el imán estaba situado en una quijada de caballo con la que se construía toda una coreografía, pero esto depende claro está de cada montaje), y un intérprete electrónico a su vez manipula esos y otros elementos con una controladora. Todos los sonidos que intervienen en la obra, sin excepción, están construidos a partir de la voz humana más o menos transformada.
La base pregrabada está basada sobre todo en la repetición como principio básico de organización artística; esa misma repetición, aquí encarnada en cada ostinato, que subyace siempre en todo ritual. Apoyándose en ella los intérpretes han de sumergirse en su propia y única manera de experimentar esas formas de amor, y traducirlas a sonidos y movimientos de la forma más sincera e intensa posible. Y con ello, tratar de vivir una transformación que les convierta en seres cada vez más hermosos.
[1] Estrenada en el Espacio de Creación e Investigación Artística L’Mono (Bilbao) el 29 de agosto de 2010. Reyes Oteo diseñó la prenda interactiva y se encargó de la electrónica en vivo, y Olaf Kehler de la coreografía y del baile. La artista plástica Camille Bousquets realizó durante la danza retroproyecciones en directo.
Formas de amor por Diana Pérez Custodio, a excepción del contenido de terceros y de que se indique lo contrario, se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 International Licencia.