Silencio
Porque el silencio es un secreto sendero del bosque
por el que se deslizan una y otra vez los pensamientos robados.
Rainer Maria Rilke
En el jardincito de delante (1896)
“Y cuanto más me adentraba en el silencio, más difícil me resultaba conservar la noción del paso del tiempo.” Extraídas del libro Viaje al silencio, estas palabras de Sara Maitland bien las podríamos haber pronunciado cualquiera de nosotros. Silencio y tiempo han conjugado sus semanticidades desde sus orígenes. La escritora inglesa se pregunta si ¿reside el silencio en el acto de escuchar o en el acto de hablar? y se responde más adelante que “puede que el silencio sea algo real, independiente, una categoría ontológica per se: no una falta de lenguaje sino una forma distinta de lenguaje; no una ausencia de sonido, sino la presencia de algo que no es sonido”.
Notables lingüistas ya dejaron claro que no podemos reducir el silencio únicamente a hecho lingüístico, o más correctamente expresado, a fenómeno del habla. Como afirma José Luis Ramírez, “si el silencio es primordialmente algo, es silencio auditivo, no visual”. Mas no entraremos en la confusa dicotomía significado / significante. No, al menos, en este breve divertimento.
El arte del siglo diecinueve ligó conceptos como genio, soledad, creatividad, silencio y tiempo. Una combinación perfecta con la que alcanzar un estado de gracia y poder así expandir los sentidos y afinar la mirada, la escucha y la sensibilidad. Se trata de la magia del silencio, que impele a la creatividad a poner en marcha procesos inimaginables en otras condiciones y situaciones.
Sólo en la soledad del silencio, seremos capaces de olvidarnos de nosotros mismos, de deslocalizarnos y desincronizarnos. En el silencio perderemos de vista las nociones del espacio y del tiempo.
De herramienta de búsqueda y exploración creativa a objeto estético, el silencio se reinventa durante el siglo XX. Cage o Beckett abordan el silencio en sus obras musicales y literarias no como parámetro de la ausencia o elemento constructivo y narrativo de sus discursos o relatos, sino que lo sustantivan dotándolo de centralidad y convirtiéndolo en absoluto y radical protagonista de sus respectivas poéticas. No es provocación; es un hallazgo. Como dijo Samuel Beckett, “cada palabra es como una mancha innecesaria en el silencio y la nada” o en su Esperando a Godot “el silencio debe ser visto como parte de la continuidad del sonido”. John Cage, por su parte, sitúa el sonido y el silencio frente a frente en una necesaria interrelación bidireccional. Un hablar de tú a tú entre sonido y silencio.
La queja no tiene sentido
El júbilo es ridículo
Para la felicidad no solamente basta el silencio, sino
que es la única posibilidad. (Frank Kafka, 1920)
“El silencio supuestamente universal es turbado por un acontecimiento sonoro.” (Pierre Schaeffer).
El silencio psiconoanalítico favorece la expresión de quienes hablan. Durante el “proceso primario”, concepto freudiano que explica “la lógica de la mente emocional, la lógica de la religión, de la poesía, de la psicosis, de los niños, de los sueños y de los mitos, explica Daniel Goleman en su Inteligencia emocional, permite comprender obras como el Ulises de James Joyce, en las que las asociaciones libres determinan el flujo narrativo, un objeto simboliza otro, un sentimiento desplaza a otro y se pone en su lugar y las totalidades se condensan en partes. En ese proceso, el tiempo no existe ni tampoco existe la ley de causa y efecto”.
El silencio y la escucha proporcionan esa elocuencia “libreasociativa” que permite relacionar la música con la mitología y lo onírico en su afán por suprimir el tiempo.
Revivir el silencio con Luigi Nono es alcanzar ese momento en el que el tiempo queda suspendido. Es en ese estado de ingravidez y de abandono que logra el silencio cuando la escucha se activa, piensa y se torna empática. Una escucha que deviene inteligente, creativa, optimista, motivadora, armónica, impulsiva, heurística, libre, rizomática, intuitiva…
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