Sonora // Feel-0

Iba acompañado de mi perro.
Sentía abrigo.

Lo que se acercaba no tenía nada que ver con lo palpable, lo sensible. Formas sentimentales que empujaban con una fuerza antinatural.
Mi corazón lo sentía en la tierra. Un fuerte zumbido. Continuo. Ondas de goma me aplastaban el pecho y se deslizaban por mis recuerdos representándose como acontecimientos sonoros.

Desde los lados de mi cabeza; al estéreo, me taladraban cuchillas, minúsculas.
El sonido del paraíso.

Un color granate envolvía las pequeñas señales sueltas que rebotando entre las paredes de mi tórax me paralizaban. Sentía como mi minúsculo cuerpo se convertía en madera blanda.

Una línea transparente. Continua. Fija. Elegante. Penetrante.

Y no paraba de acercarse. Suave, con pies de plomo, ligero y denso, podía cerrar los ojos e imaginar que lo amasaba. Pero entraba por los oídos y me ocupaba la cabeza y me exprimía el estómago.

A intervalos exactos, milimétricos hasta la desesperación se presentaban gritos encantadores

allí suspendido, elevado-violado, oprimido, disfrutado, me embriagaba de esa expansión lenta y pastosa. Apreté los puños manteniendo el ritmo de mi corazón y adelantando controladamente mi cuerpo para prestarme sincero abrí mi alma:

Pensé que todo sería mas placentero si me desnudaba. Me desnudé.

Y mi perro huyó.

 

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