Del proceso al rito

 

Doce piedras: ritual, producida por Acteon

Pensar la obra musical como proceso humano me ha impulsado a vivir muy atenta e intensamente cualquier proceso que me haya sido dado experimentar o, simplemente, observar. Desplazando el centro de interés desde la técnica y lo virtuosístico hacia lo esencial he terminado derribando muchos de los muros conceptuales que trabajosamente alcé tras años de estudio.

Y así, a oscuras y sumergida en la confusión certera que proporcionan las entrañas, exploré diferentes manifestaciones del despojamiento creativo.

Siempre atraída por lo escénico y lo multidisciplinar, concebí una trilogía de óperas mixtas, es decir, con acompañamiento electroacústico pregrabado como único soporte de la voz en vivo. Esta trilogía fue para mí todo un aprendizaje sobre muchas cosas, especialmente sobre la búsqueda de lo esencial a través de los procesos humanos. La primera ópera, Taxi (2003), narra el viaje interior de una mujer enmarcado en un viaje exterior en taxi casi sugerido, y todo ello difuminado en un ambiente onírico; en escena aparecen tres elementos humanos: la pasajera desdoblada en dos (una soprano y una bailarina) y el taxista (un actor). La segunda, Fonía (2004), trata del encuentro con el otro, en este caso del amor desde el punto de vista del hombre, y está exclusivamente construida con material vocal que sirve para dotar de un sentido diferente a elementos descontextualizados de la sinfonía clásica; esta vez sólo dos personajes-personas habitan el escenario: el tema A (un cantante lírico) y el tema B (un cantaor flamenco). La tercera y última, Renacimiento (2006), que trata sobre el amor desde el punto de vista de la mujer, es un esfuerzo titánico de economía de medios y de descenso a lo cotidiano; una soprano sola, sumergida en un viaje ahora exterior desde el que se adivina todo su proceso interno (la otra cara de la moneda de Taxi), narra como un sueño le cambia la actitud ante la vida.

Tres, dos, uno… ¿cero? Reducido el plantel a un solo personaje y el acompañamiento a una sencilla textura pregrabada, para ir más allá en el sendero de lo desnudo sentí que debía efectuar un giro que afectase más a lo cualitativo que a lo cuantitativo. Así nació 12 piedras. Ritual (2009), mi primer espectáculo musical de gran formato al que ya no denominé ópera. Con él inicié una nueva andadura que denomino rito in musica en abierto guiño creativo a la obra que, a efectos prácticos, inició la historia de la ópera, L’Orfeo de Claudio Monteverdi, y que se subtitula favola in musica.

Reflexionar sobre la diferencia entre fábula y rito, además de ayudarme a dejar atrás la ópera como molde escénico preestablecido, me ha proporcionado las coordenadas que necesitaba para continuar en este camino que en realidad nada busca más que vivir la experiencia profunda del propio caminar.

 

 

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