El tono de las golondrinas

El número del mes pasado nos salió especialmente político. Sólo hay que echarle un vistazo al sumario para darse cuenta. Y amenazamos con seguir, tanto en el plano teórico -presentaremos un interesante texto de Joan Arnau Pàmies sobre el compromiso en la composición hoy- como en el de la crítica hacia la gestión, con un artículo de nuestro habitual colaborador Jacobo Durán-Loriga que pone el foco en la nueva edición del Festival de Granada. Y como es sabido que esta redacción no cierra el número hasta casi terminado el mes, no descartamos que otros textos en ese tono puedan engrosar nuestro sumario de junio.

Lo cierto es que la sensación de encontrarnos ante nuevos tiempos salta a la vista, así que no es raro que la reflexión política impregne espacios habitualmente menos permeables. Los resultados electorales dicen mucho del agotamiento de las estructuras civiles, unas estructuras que nos afectan mucho más directamente de lo que parece y que demandan cambios inmediatos. La cultura y, por ende, la música, no son en absoluto ajenas a los cambios políticos (como casi nada o nada en absoluto), así que la incertidumbre -eso sí, esta vez con alguna expectativa más que en otras ocasiones-, está servida. Incertidumbre porque en este país se ha demostrado sobradamente que los colores no son decisivos para un buen trato de lo artístico, y mucho menos cuando se trata de mimar y fomentar el arte más vivo: la creación contemporánea. En este punto, izquierdas y derechas han demostrado total desinterés y es difícil encontrar un periodo que verdaderamente pueda considerarse fructífero.

Sin embargo, ya sea porque se anticipan nuevos aires o bien porque las cosas son así de caprichosas y, de algún modo, carentes de toda lógica (sobre todo si pensamos en cuestiones de financiación), asistimos a un tiempo que es de todo menos estático. Así, insólitamente si se quiere, de entre las cenizas de los desaparecidos, surgen nuevos festivales y ciclos, y este hecho, cómo no, hay que saludarlo con esperanza. No lo decimos por decir. Por ejemplo, sólo en la capital del país, en esta primavera, han nacido dos ciclos y otro acaba de anunciarse. En abril, tuvo lugar en el Ateneo de Madrid el I Ciclo de Música Contemporánea Iberoamericana; en mayo-junio, a punto de celebrar sus dos últimos conciertos, otra nueva propuesta, el EMA Festival; y una nota de prensa del INAEM, todavía calentita, anuncia un ciclo de ocho conciertos fruto de una colaboración con el COAM (Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid), la citada entidad pública y el Sax-Ensemble, con la supervisión artística del compositor Tomás Marco. Y a pesar de no poder aún dar la información, sí queremos avanzar que también desde Sul Ponticello estamos preparando una propuesta para este año, que nos está apasionando a todos los implicados.

Esperamos que los nuevos tiempos por llegar “traigan” también los recursos que hagan posible, si no poner en marcha nuevos proyectos a corto plazo, sí sustentar los que ya existen o van a ver la luz en breve. Sería ingenuo pensar que estos nuevos aires traerán la vuelta de oscuras golondrinas (sobre todo porque somos tan dañinos que casi una cuarta parte de las aves que surcaban los cielos de Europa hace 30 años ha desaparecido), pero lo cierto es que son los momentos de crisis los que permiten remover viejos muros y articular nuevas vías. Veremos si el empujón es suficiente. Y de qué tono son las nuevas golondrinas, si es que alguna termina viniendo.

 

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