Huesos hueros o sonido vivo. Propuestas para sacar partido al pasado musical, madrileño u otro

Traigo acá algunas ideas que, con medios modestos, podrían sacar del olvido lo mejor de nuestra música. Pero antes, y ya que estamos en periodo electoral –municipales y autonómicas- un poco de despotrique contra los regidores o candidatos a serlo, que bien se lo merecen. Con permiso, procedo.

Si alguien conservaba cierta ingenuidad, producto de la juventud o de la candidez rusoniana, y cree que nuestros políticos tienen algún interés por lo cultural, debería desengañarse. Para ellos la cultura es algo muerto, a lo que sacar provecho económico y/o de imagen. Muestra de ello han sido las pesquisas tras los restos de Cervantes de la alcaldesa cuyo nombre no quiero mentar. La excusa, vale la pena recordarlo, era dinamizar la economía del barrio madrileño de las letras, propiciando que los operadores turísticos incluyan la visita al lugar de los despojos como parte de los paquetes que ofrecen a los visitantes. Y todos contentos.

El fiasco, previsible, ha resultado monumental: han dado con unos huesecillos de dudosa procedencia. No critico a los técnicos embarcados en la aventura, supongo que no hay financiación para investigaciones de fuste, y sí para eso. El magro resultado no ha impedido el revuelo mediático, publicitario, mostrando en el telediario de la hora de comer las momias de los niños encontrados: daba gloria verlo. No tengo noticia de que ningún intelectual se haya felicitado por la búsqueda, y sí de que se hayan choteado. Para muestra el discurso de recepción del premio Cervantes por parte de Goytisolo, o las respuestas a la tontuna periodística por parte del académico Rico.

Ojo, hay otros que por un papel que dice que a Lorca lo mataron como siempre se supo, pretenden poner patas arriba media provincia de Granada, a ver si dan con él. Quienes traen esa murga se ven de izquierdas, claro. Nunca entenderé la manía de las reliquias, y menos las laicas. Los enterramientos que se hacían dentro de las iglesias buscaban la proximidad con el resto de algún santo, ya que se colocaba alguna reliquia bajo el altar. Como los santos van a resucitar el día del juicio sí o sí, situarse cerca da seguridad de ser llamado por la trompeta convocante, y no quedar marginado. Algún privilegio similar esperarán quienes se afanan en identificar los huesos de los famosos. En todo caso, que no pretendan darle un sesgo racional, no lo tiene. Otra cosa es aprovechar para montar un parque temático o el “Centro de interpretación de la ejecución de Lorca”. Entiendo a los parientes del poeta, contrarios al rastreo.

Volviendo a los desvelos de la alcaldesa por dinamizar la economía local con la cosa cultural, se me ocurren algunas iniciativas que podrían adoptarse para sacar partido al patrimonio musical: dándole vida, publicidad y conocimiento. Lo que sugiero está pensado para Madrid, pero sería fácilmente acomodable a Sevilla o Valencia, se me ocurre… o cualquier otra de nuestras ciudades. Por lo menos no creo que sean ocurrencias absurdas, caras e inviables, como las de cierto candidato a regidor que pretende hacer batallas navales donde apenas hay agua, evocando las fiestas que para regocijo del monarca melancólico montaba el castrato Farinelli (y lo hacía más en Aranjuez –donde tendría algún sentido- que en El Retiro).

La capilla de la corte: Será por iglesias… pues se elige una de tantas que sobran en el centro de la ciudad, con acústica aceptable, para convertirla en el lugar de trabajo y exhibición de un pequeño coro (8 voces serían suficientes) dedicado al repertorio (fundamentalmente religioso, pero no sólo) de nuestro siglo de oro. Así la música que pudo escuchar Cervantes sería accesible a vecinos y turistas de hogaño. Ese coro podría acompañar al culto, si el obispado acepta que suene algo distinto de las ñoñas canciones postconciliares. Así podría escucharse a Tomás Luis de Victoria, que fue vecino de la Villa, o a Francisco Guerrero, Alonso Lobo, Cristóbal de Morales, Mateo Flecha… Vamos, seguramente lo más excelso que se ha producido en la península. Además de financiarse con conciertos, el coro podría ofrecerse para bodas, bautizos, funerales y celebraciones privadas.

El museo del teclado: Parece como si uno de los mayores genios de la historia del teclado no hubiese vivido en Madrid, y no hubiese compuesto por aquí sus 555 sonatas. Por supuesto me refiero a Scarlatti, Doménico. Mi segunda propuesta lo tendría como eje. No era español, dirá alguno, con más ignorancia que verdadero patriotismo. Pues es muy discutible, oiga, y aunque no lo hubiese sido, ¿acaso no sacan pecho en Inglaterra de haber acogido a Haendel? Pues sí, tienen la Haendel House Musesum; y en Dublín le dedican un festival por aquello de El Mesías. En Paris, lugar de exilio de Chopin, existe el Salon Chopin… Los ejemplos se pueden multiplicar. Si Scarlatti no fuese razón suficiente, deberían incorporarse los nombres de Soler, Nebra, de Albero… El museo acogería una exposición de instrumentos, retratos, manuscritos y un pequeño auditorio con un clave, un fortepiano y un piano moderno, para poder hacer también Albéniz o Lanchares, que no todo ha de ser vetusto.

La casa de Boccherini: En línea similar a la propuesta anterior, se debería dedicar un espacio, con su quinteto residente más algún refuerzo, a Boccherini, la figura clave junto a Haydn de la música camerística del clasicismo. Cayetano Brunetti sería otro madrileño de adopción cuyos cuartetos y quintetos merecerían ser puestos en relieve: tocados, grabados, editados. Y a hablar sin complejos del clasicismo madrileño, que no será el vienés, vale, pero ignorarlo y no sacarle partido es de lerdos.

Me temo que si nuestros políticos se dignan pensar en la música madrileña del pasado seguirán creyendo que lo suyo es más zarzuela y organillo, que no es que me parezca mal, pero habiendo otras opciones, por qué no considerarlas. En una de estas dinamizan la economía y todo.

 

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