Orquestas compositoras
Escuchamos hace unos días en una conocida radio comercial española un anuncio que invitaba a asistir a la proyección de la película Nosferatu, eine Symphonie des Grauens de Friedrich Wilhelm Murnau en el Auditorio Nacional, añadiendo “con música de la Orquesta Nacional de España, dirigida por Nacho de Paz”. Obviamente, la creación de esta banda sonora no es fruto de una colectivización a cargo de los miembros de la citada orquesta y de su director invitado. A estas alturas, casi todos los lectores sabrán ya que estamos hablando de un encargo a José María Sánchez-Verdú, estrenado en 2003; una obra interpretada, además de en diversas salas españolas, también en otros países. Si visitamos el evento de Facebook creado por la misma OCNE, veremos la misma omisión en el cartel, aunque en la información textual sí aparece nombrado el compositor, al igual que en el programa, como no debería ser de otro modo.
¿Por qué esta omisión? ¿Qué sentido tiene obviar al autor de una música cuando, además, el atractivo del concierto es precisamente eso, la presencia de la música en directo? Pero esto no es nuevo en la publicidad de los eventos culturales. De hecho, en la ópera es bastante habitual. ¿Cuántas veces se nombra al director escénico y el compositor queda en la sombra o directamente no aparece? Incluso tratándose de ópera de repertorio ocurre muy a menudo. Quizá en estos casos la razón se encuentre en esa mezcla de divismo y esnobismo con que en nuestro tiempo se presenta la parte de la escena en la producción operística, una invitación para el publicista de turno a aprovechar la parte más “vistosa”.
Para el caso que referimos en primer lugar, el de Nosferatu, probablemente la explicación la encontremos en las técnicas del márquetin más simplón, que opera partiendo de la base de que el público objetivo es poco menos que estúpido, incapaz de retener más de un nombre, o a lo sumo, un título asociado a un nombre. Un anuncio breve, dirigido a “todos los públicos”, nombrando a Sánchez-Verdú, a la OCNE, Nacho de Paz, Nosferatu, Murnau… Demasiada información para el “público medio”, oligofrénico como es él.
Imaginamos que desde los despachos de la OCNE no se ha elaborado el anuncio, entre otras cosas porque este tipo de cosas suelen estar subcontratadas, pero lo que no parece de recibo es que una institución pública encargue una campaña de márquetin a unos publicistas que entienden el “producto cultural” como si de un detergente se tratara.
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