Presentes, pasados y futuros de la Semana de Música Religiosa de Cuenca

El compromiso de la Semana de Música Religiosa de Cuenca con la música contemporánea es una tradición que difícilmente podría encontrar comparación posible. A lo largo de décadas, desde el año 1962 y siendo esta su edición número 56, la organización del festival se ha preocupado ya no sólo en procurar el encargo de nuevas obras a autores destacables, sino que en realidad su actividad ha supuesto un verdadero puente entre innovación y tradición, entre pasado, presente y futuro, a través de la unificación de estrenos, la recuperación de partituras históricas y la ejecución de un repertorio moderno no habitual en las salas de conciertos; una unificación que de ninguna manera debería ser obviada entre las actividades más sugerentes de entre todas las propuestas a lo largo y ancho del territorio nacional. Y es que, como recordaba el mismo órgano de gobierno local, su declaración en calidad de “Ciudad Creativa de la Música” es una necesidad urgente que tal vez no esté recibiendo suficientes apoyos ni administrativos ni populares: una realidad histórica, la de la SMR, que atañe a nombres como Montsalvage, Mompou o De Pablo, todos ellos compositores nacionales de prestigio universal que escribieron encargos para la Semana, pero también a otros extranjeros extraordinariamente brillantes como Tavener, y cuyo reflejo en 2017 ha tenido de protagonistas a José María Sánchez-Verdú, a Francisco Coll y, de alguna manera, a Thomas Hewitt Jones, sin desdeñar la presencia simbólica de un Tomás Marco que formó parte, en calidad de ponente, de uno de los encuentros que con fines divulgativos se organizaban en horario de mañana.

1. PRESENTES: José María Sánchez-Verdú

La obra de un autor ya consagrado como es Sánchez-Verdú (al que entrevistamos en este mismo número), Il giardino della vitta, se presentaba como uno de los grandes eventos de la Semana. No en vano, esta obra basada en los últimos momentos de la vida de Antonio Gaudí y su relación pasional con la Sagrada Familia a través de un diálogo continuado del Gaudí anciano con su propia madre (así como consigo mismo siendo niño), fue la encargada de abrir el festival bajo una expectación que, siguiendo la tónica dominante en esta edición de la SMR, alcanzó a llenar la sala de manera significativa.

Con la presencia del mismo Sánchez-Verdú, acompañado del libretista Gilberto Isella, y arropados por un elenco entre los que se encontraban el director de escena Alberto Jona o el brillante Carlos Lozano como director de la formación de voces blancas de la Escolanía Ciudad de Cuenca –y todo bajo dirección de Arturo Tamayo-, la obra se presentaba por vez primera en España después de su reciente estreno en el Festival 900 Presente conformando un escenario sumamente atractivo y con una cuidada puesta en escena: iluminación sugerente, instalación de proyecciones con el que realizar un marcado ejercicio de estilo de teatro de sombras, un ensemble instrumental más que solvente (con un trabajo formidable del acordeonista de la formación, cuyo nombre por desgracia no figura en el programa), fueron algunos de los puntos más destacables de este nuevo trabajo que el propio autor define como un puente entre la ópera, el melólogo y el teatro radiofónico. Igualmente notable resultó la espacialidad conseguida en escena entre la soprano solista y el coro de voces blancas, siendo este último el gran protagonista del concierto: a una escritura muy destacable del propio Sánchez-Verdú, habría que sumar el excelente trabajo de dirección llevado a cabo por el arriba citado Carlos Lozano, quien pudo ser observado en todo momento en un estado de tensión positiva, de absoluta concentración en la conducción de unas voces blancas siempre delicadas y que solventó con una profesionalidad digna del mayor de los elogios. La presencia simultánea del Gaudí anciano y del Gaudí niño con el personaje de su madre hablando con uno pero físicamente tocando al otro, o las entradas instrumentales marcadas preparando los cambios de voz (las rupturas de registros solistas entre el personaje anciano, el actor niño y la voz femenina adulta son una lección de composición en sí misma), serían otros puntos destacables de una representación que tuvo en la amplificación torpe y desmesurada de los actores su mayor enemigo.

2. PASADOS: Juan Navarro, Gabriel Gálvez, Ginés de Boluda

Habida cuenta de la importancia que la recuperación de partituras históricas tiene para la Semana, la actual edición ha propuesto una selección de tres obras pertenecientes al Libro de Polifonía 7 del Archivo de la Catedral de Cuenca, bajo estudio, recuperación y edición de José Luis de la Fuente Charfolé: un Ave Maris Stella obra de Juan Navarro, y las páginas Jesu dulcis memoria y Confitebor tibi Domine cuyas autorías no han podido ser comprobadas con exactitud (proponiendo el programa los nombres de Gabriel Gálvez y Ginés de Boluda como posibles compositores respectivamente). Bajo interpretación del Choir of Gonville & Caius College, con la participación de Michael How y Luke Fitzgerald al órgano y la dirección de Geoffrey Webber, la escucha de las obras recuperadas se presentaba expectante aunque ensombrecida por un orden inadecuado: ejecutadas después de la interpretación trepidante de la Pasión según San Mateo de Alonso Lobo con la que se abrió el concierto, la escucha de las obras recuperadas resultó más bien discreta dentro de un concierto que, en sí mismo, fue uno de los grandes momentos de la Semana por la calidad de la obra de Lobo y lo brillante de su ejecución.

También del pasado, pero de un pasado mucho más reciente, provenía principalmente la propuesta del Choir of The King’s Consort, cuyo programa giraba en torno a los más grande autores corales del siglo XX británico. Así, conviviendo con compositores más discretos como Villiers Stanford o Naylor, la formación presentó versiones del Hymn to St Cecilia de Britten o del Set me as a Seal de Walton, aportando una perspectiva histórica significativa al integrar un motete (forma antigua) dedicado a una muerte relativamente reciente (la del presidente norteamericano John Fitzgerald Kennedy): un nuevo puente entre pasado y presente a través de esta obra de Hernert Howells, pero también con vistas al futuro por parte del coro, al haber presentado igualmente una obra de Thomas Hewitt Jones, compositor nacido en 1984 que se convertía de esta manera en la voz más joven interpretada en la Semana.

3. FUTUROS: Thomas Hewitt Jones, Francisco Coll, la Academia SMR

Fue la obra arriba mencionada, la de Hewitt Jones, una sorpresa inesperada por la juventud de un autor que se veía así rodeado de los grandes maestros del coral inglés moderno, en un programa que no presentó ninguna perspectiva rompedora y que incluso en sus manifestaciones más contemporáneas (como la de Jones) presentó un corte conservador muy marcado, aunque de una calidad artística indudable en su ejecución a través de una masa coral formada por un número reducido de voces que perfilaba apropiadamente los pasajes más modernos de su repertorio.

Menos conservadora fue la obra Cantos de Francisco Coll, propuesta realizada por la Semana en calidad de encargo de nueva creación, contando para su ejecución con la interpretación del Cuarteto Casals, quienes completaron el programa con la inclusión de las eternas Siete Últimas palabras de Cristo de Haydn. La obra de Coll, un cuarteto de cuerda de aproximadamente cinco minutos de duración, que, según declaraciones del propio autor, “se trata de una serie consecutiva de cadencias que de algún modo emulan las inflexiones de la voz humana”, intentaba entroncar con la naturaleza religiosa de la SMR, dado que su autor proponía que “Cantos tiene un carácter espiritual e introspectivo que invita a la meditación”, aunque la más notable aportación de la edición, en sus aspectos novedosos, espirituales, culturales y, desde luego, económicos, ha llegado con la creación del Coro y Orquesta de la Academia SMR.

Esta Academia SMR, joven coro y orquesta de estudiantes, probablemente haya sido creada por la dirección de la Semana con el objeto de enfrentarse a las dificultades económicas que amenazan a tantos y tantos festivales actuales, aunque su finalidad práctica no desmerece en absoluto lo elevado de su fruto: compuesta por jóvenes intérpretes que debían superar una audición previa para formar parte de sus filas, no sólo han insuflado una vida especial al entorno de la SMR sino que, como fruto de su trabajo, han producido conciertos memorables como la presentación del Lazarus de Franz Schubert. Por supuesto, el que una parte de la programación de un evento internacional como es la Semana de Música Religiosa de Cuenca recaiga en manos de formaciones no profesionales podría ser (y de hecho, lo es) objeto de una crítica que muy probablemente olvide con facilidad el momento social y económico en el que nos encontramos y para el que la creación de esta Academia parece ser una solución para su viabilidad en la actualidad. Una orquesta que no sólo produce cultura, sino que forma a sus mismos integrantes (esos que son parte de unas generaciones absolutamente desatendidas en el aspecto cultural), que propone una solución económica y que, además, da lugar a una gira que permite ya no sólo mantener la existencia de un festival sino también extender su área influencia a través de la movilidad de sus conciertos, merece la mayor de las atenciones. Son Talavera de la Reina o Ciudad Real destinos alternativos en los que la Academia lleva sus interpretaciones del Lazarus de manera paralela a su presencia en la propia SMR, unos destinos que ponen sobre la mesa la eterna cuestión de la valoración: si en algunos aspectos es obvio que el festival pasa por dificultades, lo cierto es que un montaje producido por la Semana de Música Religiosa de Cuenca puede trascender más allá de los límites de la ciudad; si bien es cierto que la calidad de las interpretaciones no siempre es admirable, sí podrían destacarse ciertas voces como la de la soprano Marga Rodríguez o el trabajo de la sección de cuerda que, bajo dirección de José Sanchís, ha sabido sostener una situación no exenta de claroscuros de una manera más que positiva, y cuya repercusión futura bien podría dar frutos notables toda vez que la presencia de la Academia se establezca de manera estable en la Semana.

 

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