…ce que vivent les violettes…

La orquesta es un instrumento extraño; poderoso y sensual, anacrónico y palpitante, cuesta resistirse a sus encantos. Al menos a mi me cuesta. Cualquiera que conozca mi trayectoria creativa sabe que desde luego no es mi medio habitual de expresión. Pero debo confesar que he hablado a través de su voz, a la vez múltiple y unívoca, en algunas ocasiones. Y cada vez que he tenido que hacerlo me ha supuesto un verdadero trabajo de búsqueda interior de un sentido que vaya más allá del mero ritual decimonónico que, sabía, de seguro envolvería mi música. He buceado en cada ocasión en un mar muy denso, cargado de referencias tímbricas que se han ido al fondo por el peso de tanta historia, para intentar volver a la superficie sólo con lo esencial.

…ce que vivent les violettes… es, de hecho, el botín del naufragio encontrado en uno de esos viajes submarinos. Un brevísimo brindis sonoro a la intensidad. Lo cuento en el programa de mano:

Esta pieza es un sincero homenaje a la poetisa María Victoria Atencia, nacida en Málaga el 28 de noviembre de 1931. Conocí su existencia de un modo muy especial. En mi primera visita al Cementerio Inglés de dicha ciudad reparé en una tumba diminuta de mármol blanco coronada por una cruz celta. Sobre ella rezaba escrito:

VIOLETTE
24-XII-1958 / 23-I-1959
…ce que vivent les violettes…

Aquello me conmovió profundamente y no podía apartarlo de mis pensamientos mientras seguía paseando por entre las sepulturas abandonadas. En el corazón del camposanto hay una zona separada por muros del resto; es la parte más antigua, en la cual las tumbas se encuentran cubiertas de barro y conchas marinas. Y en una de esas paredes, esculpido sobre una gran lápida de piedra, encontré un poema llamado Epitafio para una muchacha. Estaba firmado por María Victoria Atencia y dedicado a la pequeña Violette. Las dos habíamos sido tocadas por una común y arrebatadora experiencia. Desde entonces he leído y disfrutado todos los poemas suyos que he podido encontrar.

Y he compuesto esta obra para poner en paralelo mi experiencia con la suya y, de paso, tratar de dar voz a una niña que, seguro, en su breve paso por este mundo fue muy amada.

Volví varias veces a la tumba de Violette antes de decidirme a componer la obra. Imaginaba cómo habría sido vivida una vida tan breve, cómo un pequeño ser de pocos días habría podido vivenciar su propia muerte; mi obra era un encargo del Festival de Cádiz que debía ser igualmente breve, tan sólo tres minutos.

...ce que vivent les violettes… Miñarro, 2015

Tras una de esas visitas fui al mar y me senté frente a la orilla; las olas eran bastante violentas, el mar estaba oscuro y sentí miedo. Y visualicé cómo sonaría la obra que bullía por salir de mí. Comenzaría la flauta, rodeada de un sonido suave y prometedor, como cualquier vida que empieza. Después, poco a poco, las olas aterradoras de la enfermedad irían sepultando el sonido de la flauta… ¿y luego qué? La respuesta a esa pregunta la tuve en mi siguiente visita a la tumba; cuando estaba completamente sola me atreví a poner mis manos sobre el mármol durante un buen rato. Una sensación inesperada de paz y de alegría me subió, a través de las manos, hasta el corazón. Comparto aquí la obra, interpretada por la Orquesta de Córdoba bajo la batuta de Juan Luis Pérez.

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