La importancia de una (s) (y II)

Acaba de concluir una nueva edición del Ciclo de Música(s) Contemporánea(s) del Teatro Central de Sevilla y, como anunciaba en mi episodio ignorante de abril, quisiera continuar con la(s) posible(s) lectura(s) que ofrece esa s final, entre paréntesis, tan enigmática.

Antes, sin embargo, quiero ofrecerles un pequeño apunte histórico. Nunca está de más recordar de dónde venimos.

El Ciclo del Central nació hacia el final del invierno de 1998, como reacción institucional a la segunda edición del Festival Internacional de las Artes Sibila, dirigido por Juan Carlos Marset y celebrado en Sevilla un año antes. Con el apoyo de Elena Angulo, Directora General de Fomento y Promoción Cultural de la Junta de Andalucía entre 1996 y 2000, este Ciclo comenzó con fuerza. En sus ediciones de 1998 y 1999, se ofrecieron más de una treintena de conciertos y conferencias[1]. Desde la segunda edición, el Ciclo adquirió además un marcado carácter pedagógico a través de la celebración del Curso de Estética y Apreciación de la Música Contemporánea, como asignatura integrada en el Catálogo de Libre Configuración Extracurricular del Plan de Estudios de la Universidad de Sevilla.

Desde entonces hasta hoy, el Ciclo ha vivido distintas etapas, claramente perjudicado por la incertidumbre y los vaivenes presupuestarios que afectan, siempre de manera más acentuada, a eventos como este -¿será solo una casualidad?-. El Curso de Estética y Apreciación desapareció hace tres años. El número de conciertos se ha visto reducido a siete, celebrados en 2015 -o incluso a seis, como ocurrió en 2013-.

En lo que respecta a la presente edición, el mes de mayo nos ha ofrecido dos conciertos: primero, el de Guillermo Pastrana (Granada, 1983), violonchelista de calidad incuestionable, carismático y cercano, que interpretó su proyecto Entre luz y sombras, con piezas de Domenico Gabrielli (1659-1690), Johann Sebastian Bach (1685-1750), Krzysztof Penderecki (1933) y Sofia Gubaidulina (1935), entre otros. Ante una veintena de personas, en una sala desoladora y dolorosamente vacía, Pastrana glosó casi todas sus intervenciones con algunas palabras en torno a ciertas cualidades técnicas, estilísticas e históricas de cada pieza, lo que ayudó sin duda a una mejor apreciación del propósito musical que perseguía con este nuevo proyecto.

La segunda sesión de mayo -y última de este Ciclo-, corrió a cargo del grupo Taller Sonoro, un habitual en el Central por estas fechas. Confieso que no pude asistir al concierto. Sin embargo, y para una correcta justificación del artículo que están leyendo, puedo afirmar que conozco muy bien cómo suena Taller Sonoro, su oficio interpretativo, y el repertorio que interpretaron el pasado día 20. Se trataba, en esta ocasión, de una “antología” de composiciones creadas por seis de los alumnos de la Cátedra Manuel de Falla que se ha desarrollado en la ciudad de Cádiz, desde su fundación en 2003, bajo la tutela de un compositor distinto cada año. El proyecto, titulado 6 -12: 6 instantáneas, incluyó piezas de Manuel Rosal (Sevilla, 1969), Fran M. M. Cabeza de Vaca (Las Palmas de Gran Canaria, 1976) y Nuria Núñez (Jerez, 1980), entre otros.

Pues bien. Observando el programa general e histórico del Ciclo del Central y los conciertos celebrados en esta edición de 2015, hay que decir que la (s) que aparece entre paréntesis, al final de las palabras música y contemporánea, no significa nada, al menos en lo que respecta a su pretendida pluralidad. De hecho, el Ciclo siempre ha servido para conocer otras expresiones de lo contemporáneo, como las que personifican Robert Fripp -componente del mítico grupo King Crimson- o Fred Frith -compositor, multi-instrumentista e improvisador inglés-, que intervinieron en 2007 y 2008 -hace ya años-, respectivamente.

Esta s solo aporta confusión. Solo enmaraña y dificulta -aun más- el acceso del público sevillano a la creación musical contemporánea -cualquiera que sea su signo estético-.

No soy amigo de la queja. Siguiendo, además, la sugerencia de Josep Lluis Galiana, compañero de esta misma revista Sul Ponticello, no lloraré. Nunca ha sido mi estilo. En cambio, lanzaré una exigencia en forma de propósito para el año que viene: que el Ciclo de Música Contemporánea del Teatro Central de Sevilla sea  una fiesta del arte sonoro de nuestro tiempo en la que participen e intervengan de forma activa creadores, intérpretes, investigadores y público; que nazca de una apuesta comprometida, decidida y audaz -en lo estético y en lo económico- a través de la que comience a crecer y deje de mermar, al borde de la inanición -como en los últimos años-, subsistiendo a base de migajas presupuestarias y ánimos desencantados. Brindo al sol de este cielo sevillano por un Ciclo que cambie cada año, que se adapte a los nuevos repertorios, que dialogue con la ciudad y con sus distintos órganos musicales de manera honrada y no solo cuando interesa vender más entradas. En definitiva, que el Ciclo sea una muestra de la pasión que despierta la creación contemporánea en aquellos que aun buscamos la música imposible.

Notas

[1] Pueden consultar, al respecto, Pedro Ordóñez Eslava, Sevilla y la música contemporánea. Estudio de una historia viva, Sevilla, Instituto para la Cultura y las Artes, 2014. Pido disculpas por la referencia a mi propio trabajo, pero no existe otra, hasta la fecha.

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