La suerte musical del año Cervantes
Es el IV Centenario de la muerte de Cervantes y con la celebración llega la música. La música que sus textos han sido capaces de inspirar. Por un lado El retablo de Maese Pedro de Manuel de Falla que la compañía Títeres etcétera ha montado en el Teatro Real. Por otro El caballero de la triste figura de Tomás Marco que se ha podido ver en los Teatros del Canal. Dos montajes fallidos.
El primero, el de El retablo de Maese Pedro, resultó fallido más por la interpretación de la Jóven Orquesta de la Comunidad de Madrid (JORCAM) que por el montaje en sí. La orquesta no estuvo a la altura de lo que suele tener acostumbrado al público y, al menos el día que este crítico acudió, no hizo sonar la música de Falla. Una música que procede de unos textos que exigen la gracia y el salero de la obra de Cervantes y el respeto que reclaman para todos los seres humanos. Algo que no se suele oír en la mayor parte de la música que se compone a partir de ellos (aunque es tanta que ¿quién se la ha oído toda?), oscurecidos por el acercamiento académico cuando piden a gritos un libre acercamiento artístico. Por ello todos los esfuerzos de Títeres Ecétera resultan baldíos. Y eso que en este caso el esfuerzo es grande, pues ocupan el escenario unas marionetas gigantes necesitadas de varios operarios para moverlas, marionetas que por sí solas ya impresionan a pequeños y a grandes. Un montaje que a pesar de lo dicho ya ha rodado con éxito por varios cosos operísticos y que el Teatro Real ha programado sabiendo que sería un éxito seguro.
El segundo, El caballero de la triste figura, tuvo más suerte con los interpretes, sobre todo con la orquesta y el coro, que eran los titulares del Teatro Real, teatro que ha participado en la producción del espectáculo. Sin embargo no funcionaba en escena y la sensación era de que se estaba ante una obra para escuchar en un auditorio o en su versión concierto antes que verla montada. Y eso que el director de escena era Guillermo Heras, un reputado profesional del teatro, que no ha conseguido introducir el humor que Tomás Marco ha mantenido en la partitura. A todo ello hay que añadirle que de forma habitual no se entendía lo que cantaba el barítono Alfredo García, que hacía de Don Quijote, ni la soprano María Rey-Joly, en sus múltiples personajes. Algo que no suele producir ninguna queja por parte del respetable ya que el espectador está acostumbrado a que le canten en idiomas que no son el suyo y/o que no domina. Pero que en este caso es muy evidente frente al fraseo que le da tanto la narradora (María José Suárez), como Sancho Panza (Eduardo Santamaría) o el coro. Era como si se estuviera jugando al teléfono estropeado, juego infantil muy popular en España hará unos cuantos años, cuando no había tantos móviles.
Espectáculos que han coincidido con la reposición de Entremeses en el Teatro de la Abadía y del estreno de Cervantina de Ron Lalá en el Teatro de la Comedia, la renovada sede de la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Dos espectáculos en los que la música es un elemento clave y en los que funciona. Seguramente porque en dichos espectáculos recogen el espíritu cervantino recurriendo al acerbo musical popular. En el primer caso, al del rico folclore español que inspira a Luis Delgado y que, también, les permite incorporar instrumentos tradicionales. En el segundo al de la canción más contemporánea y ligera. Tal vez, raíces desde las que debería construirse toda la música que quiera celebrar a Cervantes y sus muchos textos incluida la más culta o clásica.
Una música que se seguirá produciendo alrededor de los inagotables textos de este reputado autor. Novelas, relatos y entremeses que han inspirado a lo largo de la historia a multitud de grandes compositores desde Henry Purcell a Hans Werner Henze, pasando por los compositores de musicales de Broadway como a Mitch Leigh de El hombre de la Mancha. Obra cuyo regreso a los escenarios españoles prepara Mario Gas, el ex – director artístico del Teatro Español. Textos que aprovechando la efemérides será bueno sacar de la biblioteca, desempolvar y leer con el espíritu libre que todos ellos reclaman si se quiere componer una música que perdure en el tiempo y que sea tan inspiradora como son dichos textos.
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