La vanguardia existe
Era inevitable. Cualquier reflexión sobre la creación contemporánea -incluso la que se lanza desde el estado de ignorancia en el que me encuentro- debe considerar en algún momento un término problemático, una expresión que provoca rechazo -fundamentalmente por una acepción denotativa que la aleja de su aplicación estética-, pero que se encuentra, así lo veo yo, activa y vigente: vanguardia.
Pues más vale pronto que tarde. Ahí voy.
Il va de soi que asumo los frecuentes achaques que esta manida y manoseada expresión -posiblemente trasnochada, deslucida y rancia también- podría sufrir si la sometemos hoy a una exploración rutinaria. En su primera aparición a finales del siglo XIX la vanguardia estuvo constituida por una riquísima paleta de movimientos, técnicas de expresión y personalidades artísticas. Todos estos elementos, de manera más o menos acentuada, materializaron un paso fundamental (aún por superar) hacia una profunda transformación de lo que se entendía que debía ser el “objeto artístico” y de la propia definición conceptual del arte. Después de la segunda guerra mundial la vanguardia apareció de nuevo aunque ya envejecida, con un empuje más tímido, menos heterogénea y original, más elitista en muchos aspectos. Y Pierre Boulez la apuntilló, todo hay que decirlo, en lo que a creación musical se refiere.
Sé que hablar en estos términos es caer en el reduccionismo. Tratar a la vanguardia en singular, con una cara aparentemente uniforme, es algo superado en la historiografía y se acerca incluso a la falsedad, puesto que existen múltiples matices que no estoy considerando. Estoy siendo deshonesto.
Precisamente por ello pienso que no debemos utilizar esta expresión únicamente para etiquetar dos momentos específicos del arte y la música recientes.
De hecho, yo “en ocasiones veo vanguardistas” todavía hoy, y no me considero para nada cercano al niño Cole Sear.
Efectivamente, pienso que existe una actitud militante que se identifica firmemente con una posible vanguardia en la creación que nos rodea hoy. No me alarma ni me espanta la asociación “bélica” que tanto irrita a los detractores de este concepto, puesto que observo y atiendo a su acepción más pasional y aventurera; quizás porque pienso que es necesaria una profunda convicción -rara y a veces incomprensible- para asumir el reto personal y profesional que supone instalarnos en esa mínima avanzadilla que ansía explorar y andar un camino desconocido. Además, es arriesgado situarse en la primera línea, porque es la que sufrirá antes que nadie los envites del adversario. Pero claro, no es posible hablar de vanguardia porque tal vez hoy ya no existan adversarios contra los que luchar.
Resultaría por tanto anacrónico utilizar el término. Lo sé. Además, la vanguardia es un mito de la modernidad que poco tiene que ver con el giro decolonial o la transculturalidad que se ofrecen como paradigmas hermenéuticos actuales.
Sin embargo, afectado por mi “punto de originación” -como diría Mignolo- y desde la periferia -con respecto al medio natural en el que se desenvuelve la producción más contemporánea- creo que la vanguardia sigue en la lucha, activa y vigente: activa, en cuanto a su asociación con aquel compromiso, con aquel contrato estético al que aludía en un episodio anterior; vigente, puesto que no deberíamos asociarla únicamente a la creación. Existe un público que también se sitúa en la vanguardia porque demanda propuestas arriesgadas; una crítica artística que apuesta de manera convencida -y con una actitud militante- por defender las obras creadas desde la más rabiosa actualidad; y unos agentes y gestores culturales que promueven las producciones más audaces. Ellos también son vanguardia.
Y hablo en singular, ya que, aunque se materializa en Bungaku, Cartagena, Malabo, Nantes, Kuala Lumpur o Canberra de manera plural e indiscriminada, la vanguardia no es un movimiento específico o una técnica concreta sino un talante, una manera común de afrontar lo artístico en cualquier expresión estética, disciplina o tendencia.
Terminando de redactar este episodio se publica la noticia de la muerte de Paco de Lucía. Otro artista de vanguardia. Descanse en paz.
La vanguardia existe por Pedro Ordóñez Eslava, a excepción del contenido de terceros y de que se indique lo contrario, se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 International Licencia.