Canto multifónico a la Morada Sónica

Tras tres intensos años de accionar, proponer, programar decenas de actividades, agitar y liderar el discurso sonoro más transgresor y actual, y de dar a conocer los procesos artísticos contemporáneos más suculentos y fronterizos en la ciudad de Almería, la Morada Sónica echa el cierre, víctima de la intolerancia y la persecución implacable del “Español Reaccionario”, apuntan Antonio Luis Guillén y Josep Maria Soler en su carta de despedida. La zafiedad, la ignorancia, la represión, la estupidez, la irracionalidad y, en definitiva, el miedo, han logrado que un grupo de inquietos artistas, creadores y músicos no puedan seguir experimentando y disfrutando de las poéticas y de las nuevas formas de hacer música y de elaborar y manipular los sonidos y los ruidos en libertad.

No es novedad el hecho de que unos ciudadanos agredan a otros, que unos vecinos prefieran unos ruidos, seguramente más sagrados y bendecidos por el poder eclesiástico, que otros. Tampoco es nuevo que los responsables de las secciones culturales de ayuntamientos, diputaciones, consejerías y ministerios vivan inmersos en su particular miopía artística y solo intenten satisfacer los gustos, seguramente rancios y trasnochados, de unos pocos (segura y obviamente los que les votan cada cuatro años). Se trata de unos pocos que prefieren, en el mejor de los casos, escuchar la misma música del imperio austrohúngaro una y otra vez, de tararear las castizas y, en demasiadas ocasiones, casposas zarzuelas en soporíferas galas líricas veraniegas, de corear a sus cantantes de moda (ligeros de equipaje intelectual) o de marcar con el pie las aburridas y machaconas marchas de corneta y tambor que tan bien amenizan las procesiones, desfiles, paradas militares y pasos de santos y vírgenes.

Hace algo más de un año, tuve la fortuna de poder participar en el ciclo de conciertos de la Morada Sónica, junto a mi compañero de mil batallas Avelino Saavedra, y solo puedo manifestar mi más sincero agradecimiento a Antonio Luis Guillén y a Josep Maria Soler. Un grandísimo gracias por todo, por su saber hacer, por su buen criterio y rigor estético, por su hospitalidad y generosidad, por su imaginación afortunadamente desbordada y su curiosidad insaciable y, por supuesto, por su amistad y lealtad. Vivimos, sin duda, un tiempo de valientes y la “mayoría silenciosa”, esa que se queda en casa, que no se manifiesta, que no comparte, que no participa y permanece escondida tras sus pantallas, no lo sabe, todavía no se ha dado cuenta, aunque me temo que la mayoría de esa “mayoría silenciosa” llega tarde a casi todo, se mueve acogotada (seguramente acojonada) y presta a jalear a quienes se creen valientes e inteligentes, porque piensan que su “actitud amenazante, sus ojos en odio, su irracionalidad chulesca, su estupidez testicular y su profunda ignorancia” son síntomas y signos de valentía e inteligencia. Nada más lejos de la verdad. Allá ellos.

Se acabó la edad de la pedagogía, de perder más tiempo con los que no quieren ver lo que realmente importa, con los que no acertarían, ni viviendo tres vidas seguidas, a encontrar los caminos que les conducirían al inconfundible placer de disfrutar de la belleza, de la bondad y de la verdad de las personas, de las cosas, de la naturaleza y de las manifestaciones artísticas. Se acabó el tiempo de analizar, teorizar y explicar sobre todo aquello que hacemos. “Si preguntas por él, nunca vas a saber qué es; solo escucha”, contestaba Armstrong hace casi un siglo cuando le preguntaban en qué consistía el swing. Escucha y déjate conquistar, dominar e invadir. Escucha e interacciona, relaciónate con los sonidos como lo harías con los colores, las texturas, los sabores, los olores, también con tus pensamientos, emociones y sentimientos. Hazte transparente, translucido y déjate traspasar. Conviértete en esponja. Ponte en vibración. Abre de par en par tus orejas y déjate llevar. Escucha y pugna por convertirte en sonido, en ruido, en melodía, textura, contorno, color, pulsación… Comienza un nuevo tiempo, el de accionar y no apalancarse, el de decir y hacer lo que nos venga en gana.

No me gusta desanimarme por cuenta ajena. Muros más grandes se levantaron antes y seguramente se levantarán en el futuro. Cuando me golpean, un resorte me vuelve a poner en pie y a seguir mi camino. No nos van a quitar lo que amamos y apasionamos hacer, no existe la derrota frente a gañanes, cafres, idiotas, ignorantes, chulos, prepotentes y reaccionarios. Estoy convencido de que ellos intuyen que la belleza existe, solo que no saben cómo admirarla, respetarla, disfrutarla y participar de ella.

Por el silencio, amigos, pero el que nosotros decidimos hacer dónde, cuándo y con quién queremos. Un fuerte abrazo a todos los que conformamos la gran familia de la Morada Sónica, a todos aquellos que en algún momento moramos en ella, rodeado de seres humanos sensibles e inteligentes, de buenas vibraciones, ruidos encantadores, melodías hechizadoras, ritmos interiores irrepetibles, pulsaciones de vidas únicas y de hechos artísticos que nadie podrá borrar jamás.

Salud y larga vida a la Morada Sónica.

 

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