Música impura
De entre todos los debates seculares que alimentan aquellos que se dedican a pensar la música, el que siempre me resultó más llamativo fue el que disputaba la superioridad de la música pura frente a la impura o viceversa. Una cuestión que sigue encendiendo las pasiones de unos y de otros, y que siempre me pareció un tanto incomprensible. ¿Qué es en realidad eso de la música pura? Bueno, yendo un poco más allá, ¿qué es en realidad eso de la pureza? Por ahí circula un antiguo proverbio que dice que en el agua demasiado pura no pueden vivir los peces…
Yo me reconozco profundamente humana y, por ello, inevitablemente impura. Cualquier forma de arte ha de beber de la vida, de sus torrentes claros y de los más turbios. Es por eso que aún no he sabido escuchar una música que no me inunde de impura humanidad, ya sea de Mozart o de Nono. Y es por eso que transito mi camino creativo abierta a todo aquello que me resulte útil para comunicar y conmover a los demás, sin plantearme si cumple o no con los cánones de ortodoxia musical alguna. Mi territorio es, desde luego, el territorio de la música impura.
Vivimos en un momento histórico poco compatible con ideas abstractas sobre la pureza. Palabras como hibridación, mestizaje, heterotopía u otras similares se utilizan continuamente para definir el mundo que nos rodea. Por su parte, las nuevas tecnologías hacen posibles todas las mezclas espaciotemporales imaginables y casi todos los nuevos mundos virtuales hasta hace tan poco inimaginables.
Y en el terreno artístico, después de que en el pasado siglo XX se exploraran todas las fronteras entre lo que hasta entonces era considerado lingüísticamente correcto y el abismo, nos encontramos por fin hoy con la más amplia paleta de recursos expresivos que jamás antes existió: ahí, enteramente a nuestra disposición, tentándonos y a la vez inundándonos de vértigo ante el “todo es posible”. Un piélago sin orillas visibles en el que cada cual ha de construirse su propio navío y usar como brújula tan sólo su instinto. Las maderas del mío son todas rescatadas de alguna clase de naufragio; la fusión entre artes, la manipulación electroacústica de sonidos provenientes de la realidad acústica o la utilización de la voz humana en todas sus posibilidades son las velas o el motor (según sople o no el viento) que lo impulsan.
Pero el mástil que sostiene mi navío creativo es uno y claro desde el principio: la vivencia de la obra como proceso humano a múltiples niveles. La obra como camino y como catalizador de un antes y un después diferenciado para aquel que la escucha, para el que la interpreta y, desde luego, para mí misma.
Es un comienzo.
Música impura por Diana Pérez Custodio, a excepción del contenido de terceros y de que se indique lo contrario, se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 International Licencia.