Quinteto para el fin de los miedos

“Todos tenemos miedo de algo alguna vez. Todos sabemos cómo a veces nuestros temores pueden llegar a paralizarnos, a convertir nuestra sangre en hielo y nuestra frente en un abismo infinito. Y eso forma parte de nuestra vida, sin remedio; cuanto más nos empeñemos en cerrarles la puerta, más fuerte la derribarán.

Es por eso que propongo este peculiar rito in musica, esta invitación a que los miedos encuentren nuestras puertas abiertas de par en par; para entrar…y, sobre todo, para salir.”

Así reza el comentario que escribí en el año 2011 para mi Quinteto para el fin de los miedos, por su título evidente homenaje a Olivier Messiaen. Su Quatuor pour la fin du temps, escrito en plena Segunda Guerra Mundial durante su estancia en el campo de prisioneros Stalag VIII-A de Görlitz (Polonia), es una de las piezas que más me han conmovido desde que la escuché por primera vez con diecisiete años de edad. Esa ausencia de direccionalidad, ese trascender la cruda realidad y burlar el destino parando el tiempo en un intenso y bellísimo éxtasis, me llena de fuerza interior y me enseña muchas cosas sobre la grandeza humana.

No hay miedo en ese cuarteto. En cambio en mi quinteto sí que lo hay, y vestido de todos sus diferentes ropajes; precisamente el ritual que subyace en la obra es la conjura de los principales tipos de miedo que podemos experimentar. Consta de seis partes:

  1. Liturgia de metal. Para conjurar el miedo primigenio.
  2. Vocalización. Para conjurar el miedo al fracaso.
  3. Abrazo de los pájaros. Para conjurar el miedo al abandono.
  4. Danza del paréntesis. Para conjurar el miedo a la enfermedad.
  5. Arco Iris. Para conjurar el miedo al lado oscuro.
  6. Loa. Para conjurar el miedo al futuro.

Los cinco intérpretes, clarinete bajo, dos violines, viola y violonchelo, se sientan formando un círculo y se van rotando en cada movimiento (todos los movimientos se encuentran encadenados entre sí) para alternar su protagonismo de cara al público. En la partitura se especifican los movimientos y actitudes que cada uno de ellos debe desarrollar y hacer propios. En Liturgia de metal el violín primero parte de una postura temerosa y encogida, sentado de espaldas al público, para terminar valientemente de pie y dando la cara. En Vocalización el violonchelo se reafirma enérgicamente mientras el segundo violín se va preparando para Abrazo de los pájaros, durante el cual explorará varias posturas de extrema tristeza. En Danza del paréntesis la viola alterna arrebatos de arrogancia con otros de vergüenza y pudor. En Arco Iris el clarinete bajo debe afrontar un reto extremadamente difícil: tocar tumbado en el suelo y convulsionando. Por último Loa es una procesión donde todos son coprotagonistas y se marchan ceremoniosamente de la sala hasta que el sonido final se pierde en la lejanía.

Este quinteto nació por encargo de Santiago Martínez Abad, excelente clarinetista empeñado en la expansión del repertorio existente para el clarinete bajo y para su infrecuente hermano mayor, el clarinete contrabajo. Santiago trabaja de manera especialmente profunda el uso de movimientos corporales y elementos escénicos diversos por parte de los instrumentistas mientras tocan y, por supuesto, todos los beneficios que de dicho uso se derivan. Al recibir la obra terminada y comenzar a montarla con el cuarteto de cuerda[1] pensó que sería una buena idea que los músicos cubrieran sus rostros con máscaras blancas neutras, y así lo han hecho desde el mismo día del estreno. Esas máscaras, además de fomentar la expresividad del resto del cuerpo, dotan al conjunto de un aspecto ciertamente inquietante y a la vez muy coherente con la idea que sustenta la pieza.

El público suele recibir esta obra con sumo respeto y recogimiento. Y, tras acabar, permanecen en silencio un buen rato antes de comenzar a aplaudir. Yo al escucharla siempre siento mucho vértigo.

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Notas 


[1] El resto de los músicos que estrenaron la obra fueron: Juan Jesús Navarro Lara (violín primero), María Alonso Martín (violín segundo), Miguel Labay Guerrero (viola) y Sabrina Rui (violonchelo).


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