Vocalizar el timbre (2)

Y atrás quedó…, de 1993, es mi primera obra escrita para voz sola. Tras la experiencia de Cinco vocales abandono la escritura fonética para, ahora sí, partir de un texto poético (propio) con contenido semántico:

Masticando narcisos apagados con miel de avispas.
Cuando las imágenes se esconden en el fondo de los espejos, difuminándose.
Es fácil dejarse llevar.
Al fin y al cabo, si absorbo todos los colores obtengo negro.

Escribí estas palabras para expresar cómo me siento ante un estado que sitúo muy lejos de mi naturaleza y que me produce vértigo contemplar en los ojos del otro: el estancamiento. Así lo expresaba en el programa de mano:

Unos pocos segundos de descuido son suficientes para que nuestra cabeza se vea inundada por sus propios fantasmas. Ideas confusas, ideas contradictorias, falta de ideas. Esta obra es un canto a la autojustificación.

La obra, al igual que Cinco vocales, fue estrenada por la soprano Alicia Molina que, creo que con bastante acierto aunque el detalle pasase desapercibido para la mayor parte del público, se disfrazó de mi con mis propias ropas. La obra no indica nada acerca del atuendo ni de los movimientos escénicos, salvo una cosa: al finalizarla hay que cubrirse la cabeza con un paño negro.

Fragmento del borrador original

Existe muy poca literatura vocal solista sin acompañamiento. Así como prácticamente todos los instrumentos cuentan con numerosas obras escritas a solo, la voz, que suele afinar de oído a partir de referencias, requiere de (al menos) un instrumento de apoyo casi siempre ejerciendo un papel secundario de acompañante. Escribir para voz sola supone, o bien el uso constante del diapasón por parte del intérprete, o bien permitirle ciertas libertades, comprendidas entre los extremos de poder transportar la línea melódica escrita y cerrada a cualquier altura o de no escribir alturas cerradas, con todas las posibilidades intermedias imaginables. En este caso sólo es necesario usar el diapasón para entonar el arranque de la obra, y a partir de ahí el o la cantante se mueve por alturas relativas.

El texto poético de partida se fragmenta y reorganiza en la obra creando diferentes combinaciones que alteran su contenido semántico global. Como las piezas de un rompecabezas, cada fragmento textual se asocia a un tipo determinado de emisión vocal, de manera que no sólo se combinan de distinto modo los propios textos sino también las diferentes opciones tímbricas. Aplicando lo aprendido a través de Cinco vocales, alterno la impostación lírica con otros recursos ya experimentados como son los sonidos sinfonados (parcial o totalmente) o el uso de arquetipos (en este caso voz de anciana). También aparecen fragmentos de voz hablada y de sprechgesang. Un crisol de opciones, una suerte de collage… ¿con hilo narrativo?

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