Una barra diagonal
Al margen nuestra sección Mikrokosmos, hace tiempo que no hablamos de educación, de política educativa, desde una perspectiva crítica. De hecho, en esta III época de la revista, no lo hemos hecho, y ya es hora. Es hora porque las cosas no están precisamente bien y las alarmas suenan cada vez más fuerte. Cuando se agitan los aires en este ámbito -como está ocurriendo en diferentes lugares de la geografía española-, y esa agitación no encaminada va a encauzar los problemas o a renovar viejas estructuras, el sistema tiende a tambalearse y a producir mucha incertidumbre.
Pero… ¿de qué hablamos? Pues hablamos de un largo trayecto de despropósitos cometidos por diferentes administraciones educativas en el entorno de los conservatorios superiores. Una constante que, desgraciadamente, va minando desde hace décadas las esperanzas de tener, por fin, unos cimientos de calidad para la enseñanza superior, y que, en los últimos meses, ha tenido ejemplos muy claros de un hacer carente de cualquier lógica. Por mencionar alguno de los más sonados, recordemos el alucinante revuelo que se ha formado en diferentes comunidades autónomas con la convocatoria de cátedras de conservatorio superior. Primero fue la de la Junta de Andalucía, que suscitó una rechazo masivo y un manifiesto firmado por voces muy reconocidas del panorama musical, por cierto, un ejemplo poco habitual de unidad. Después, por razones bastante distintas, el caso asturiano, también con un rechazo importante por parte de profesores y alumnos del Conservatorio Superior de Música de Asturias, denunciado por los sindicatos y, finalmente, con la justicia paralizando la convocatoria.
Por el cielo de ambos casos parece planear el desconocimiento y el mal hacer político que dura ya muchos años, y que arrastra un debate de fondo en el que siempre quedamos barados: qué hacer con la enseñanza superior de música. Un asunto que amenaza con parecerse a la piedra de Sísifo.
¿Signos de puntuación o podadoras?
Y ahora surge una nueva denuncia, que nos ha llegado un poco antes de lanzar este número de abril que ahora comienza en la voz de dos catedráticos del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid, Francisco José Segovia Catalán y Luis Llácer Artigues. En esencia, el problema viene por la eliminación de varias asignaturas en el nuevo plan de estudios por el procedimiento de fusión de unas con otras. Mediante una “inocente” barra diagonal -”Prácticas de Orquesta / Prácticas de Banda” o “Música de cámara / Cuarteto de cuerda / Ensayos específicos”- la nueva directora del conservatorio, nombrada con carácter interino por la administración educativa madrileña, se carga de un plumazo un grupo de asignaturas altamente especializadas. Es decir, como se indica en la nota de prensa llegada a nuestra redacción:
“La especialización que conlleva una educación superior desaparece automáticamente con esta medida, que mete en un mismo saco asignaturas que sólo debe enseñar un especialista determinado. Para los más profanos en la materia, empleando un símil docente, sería igual que agrupar bajo una misma asignatura la enseñanza de los idiomas Inglés / Francés / Alemán / Chino, como si todos tuvieran los mismos contenidos temáticos. El resultado es obvio: ésta única asignatura no la puede impartir el mismo profesor.“
Hace unos meses el compositor y actual director del Conservatorio Superior de Música de Aragón Agustí Charles escribía en un artículo bastante clarificador: “Es necesario que, cuanto antes, las enseñanzas musicales y el ejercicio de la profesión musical sean tomadas en serio si queremos tener un futuro con ella [...]“. Seguramente ahí está la clave y también la desgracia. Si es el político el que debe recoger este guante, será mejor olvidarse. No parece haber nadie detrás de la puerta, al menos por ahora.
Una barra diagonal por Redacción, a excepción del contenido de terceros y de que se indique lo contrario, se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 International Licencia.