Impresiones y paisajes, como el primer libro de Lorca / Samuel Diz

Foto Samuel Diz: © Xosé Durán
A medio camino entre una mesurada vanguardia y una tradición reinventada, la Generación del 27 española fue acaso la última de las grandes renovaciones artísticas llevada a cabo en nuestro país: la última manifestación cultural que otorgó a España un status de primer nivel entre los creadores internacionales a través de rasgos locales plenamente diferenciadores. Y es que si bien más tarde se achacará al deplorable régimen de Franco la dificultad con la que se adquirirán nuevos lenguajes artísticos y culturales en la posguerra, lo cierto es que fue precisamente un elemento cultural retrógrado preexistente -y que nada tuvo que ver con una guerra posterior- el que hizo de la Generación del 27 un grupo destacable frente a los numerosos istmos desarrollados en toda Europa. No hizo mella aquí el verdadero y salvaje Surrealismo desbordado, no la hizo tampoco el ruido del Futurismo, y si bien en la década de los 20 el “mundo del progreso” hablaba de fábricas, de motores, de sueños en movimiento exaltado, aquí poseíamos en primer lugar el legado de un Nacionalismo Romántico que había llegado muy tarde y que todavía persistía: una situación que, de no tornarse mágica, se hubiera vuelto tan insostenible como la actual del siglo XXI.
Pero la magia surgió y resultó ser la creadora de un enorme grupo de artistas que se propuso renovar el conservadurismo cultural a la par que establecía la poesía de Luis de Góngora como el modelo de exquisitez estilística en el que poner sus ojos (o sus oídos: con el genio Góngora uno nunca sabe), y supo dar a luz frutos vanguardistas y folklóricos a la par, como las guitarras y toros picassianos, elegías sobre el ruedo lorquiano y, por supuesto, partituras como las que se recogen en este nuevo trabajo de Samuel Diz: un puente entre un mundo rural y otro moderno que pugna por abrirse camino, y en cuyo conflicto sabe el guitarrista encontrar el hilo de su trabajo. Y es que un título que alude al Impresionismo tardío deja espacio suficiente como para establecer las bases de un disco heterogéneo que trata de hilvanar un eje entre el Grupo de los Ocho, equivalente musical del del 27, ese representante de la nueva música española que fue Regino Sainz de la Maza, y algunos elementos más que dan como resultado un producto de obligada consulta.
Así, se ofrece una selección de piezas registradas aquí por vez primera que, a pesar de su tal vez menor interés puramente musical (no existe en la época equiparación sonora posible a Poeta en Nueva York de Lorca, Sobre los Ángeles de Alberti, La voz a ti debida de Salinas, más allá de Manuel de Falla), resultan básicas para la historia de nuestra música y, concretamente, para la de la guitarra clásica. Partituras recuperadas de Mantecón, Sainz de la Maza o Barrios, se dan así la mano con otras consagradas como el curioso experimento radiofónico que supuso Por quién doblan las campanas de Gerhard o el celebérrimo Homenaje a Claude Debussy de Manuel de Falla, obras estas últimas que si bien no aportan novedad al repertorio del instrumento, es precisamente donde el intérprete Samuel Diz realiza un trabajo de primer nivel ofreciendo dos interpretaciones magistrales: una ejecución memorable que hace honor a ese Premio de la Crítica “El Primer Palau” con el que el joven guitarrista ha visto recientemente premiada su incipiente trayectoria artística.
Atravesando el espectro de obras inéditas, mención aparte merecerían la versión guitarrística del Lía de Barcarisse por su calidad diferenciada (siempre a la sombra de Rodrigo, alcanza aquí el compositor una escritura característica que ofrece una perspectiva completamente diferenciadora frente a la mayor parte de estos trabajos a pesar de ser un incipiente Op. 2 de su autor) y el Invernal de Buide, por el hecho de ser una obra creada por encargo para el presente trabajo discográfico, y que a través de su propuesta de carácter modal no hace sino recoger un espíritu común al trabajo: la síntesis mencionada de vanguardia mesurada anclada en una tradición propia, que ahora se transforma en elemento recordado, tematizando el recuerdo en sí más que el algo recordado para establecer un nexo con el mundo plasmado en el disco.
Completa el registro una breve selección de las Canciones populares españolas recogidas por Lorca, y lo hacen en una transcripción no acreditada a pesar de que se podría seguir la pista de algunas de las adaptaciones para guitarra ya históricas a través de la mera inclusión de La tarara, pieza que jamás apareció en las primeras ediciones para piano y cuya pertenencia al corpus lorquiano es prácticamente considerada como errónea hoy en día – hecho éste que pone de relieve la mayor ausencia dentro del trabajo: la información relevante acerca del proceso de recuperación, transcripción y fuentes de todo tipo que han sido sustituidas por textos de incuestionable interés y de indudable atractivo pero que provocan un vacío informativo que a ojos de los estudiosos sería necesario completar. No obstante, tal vez la misma selección de canciones lorquianas (las más conocidas) son ya en sí mismas una declaración de intenciones para un trabajo que no busca sentar cátedra sino llevar al gran público un legado musical determinado, a pesar de que en el interior de “Impresiones y paisajes” se encierra la misma llave que se encierra dentro de Samuel Diz: son ambos, trabajo y autor, maravillosos caminos incipientes que se encuentran situados entre el rigor académico y el aplauso del público y que, sin sentir la necesidad de decantarse a favor de uno u otro, abren múltiples campos de estudio para todo aquel que quiera revisitarlos.
SAMUEL DIZ / Impresiones y paisajes, como el primer libro de Lorca
Samuel Diz, guitarra clásica
Ed. POLIÉDRICA / Samuel Diz 2015
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