The Sound of the Caves | H. C. (Horse Catégorie) / Juan Saiz & Pindio
La temporada estival, previa poco florecida primavera, arranca como cada año seriamente falta de novedades en el ámbito discográfico de la música contemporánea. De manera muy poco lógica (atendiendo al gremio en cuestión y a sus necesidades particulares), los lanzamientos que se suceden a mayor ritmo desde octubre hasta comienzos del año natural sufren un parón más que significativo a través de los procedimientos imitativos respecto de las majors que dictaminan, en base a otros presupuestos de marketing acertados pero fuera del alcance de los pequeños lanzamientos del avant-garde, unas fechas muy concretas de actividad, por lo que uno debe desmarcar sus ojos de parametros demasiado ceñidos y descubrir qué ocurre en otros mundos paralelos y, si se da el caso, descubrir discursos como el que propone el joven flautista Juan Saiz en sus registros, casi simultáneos en su nacimiento, “The Sound of the Caves” y “H. C. (Horse Catégorie)”.
The Sound of the Caves
Enfocado en su totalidad desde los parámetros de la improvisación libre con fuerte base tonal, el registro se presenta como un disco grabado en una cueva supuestamente natural de la que, lamentablemente, desconocemos su nombre, su localización o incluso las fechas exactas de la grabación: craso error de concepción del libreto que deja al oyente sospechando de la veracidad de una información que no se explica en ningún momento y que, ateniéndose al sonido del disco (sin duda atractivo, pero sin atisbos de la belleza que la piedra natural confiere, por ejemplo, a las pequeñas capillas del sur de Francia tan utilizados en Música Antigua o los muros de granito que se apoderan de los estudios de grabación en USA), bien podría ser cierto como no serlo. Tal vez si el autor confesara dónde se ha grabado el trabajo acabaría detenido por realizar una práctica ilegal. Uno no sabe qué pensar: planteamiento fallido de presentación que, en todo caso, sirve de pretexto para la publicación de un registro fonográfico sumamente interesante y que uno debe superar para poder apreciar lo que es importante aquí: el sonido.
Huelga decir que Saiz, saliendo a la luz justo ahora como ejecutante y compositor, es un intérprete que bien merece copar las páginas que sea necesario dedicarle hasta que su buen hacer llegue a los oyentes adecuados: en un panorama nacional falto de flautistas competentes en la ejecución de técnicas contemporáneas, su mera presencia resulta de un atractivo indudable. Y es que, obviando el trabajo de Alessandra Rombolá en un ámbito más contemporáneo y, por supuesto (aunque saltándose todos los códigos de unidad estilística del presente artículo), el quehacer del enorme Jorge Pardo, Saiz viene a cubrir el hueco que se da en el puente entre los mundos más académicos y más populares. Su lenguaje, con una asombrosa capacidad dinámica para los trinos y bisbigliandos, whistle tones, un uso económico y bien aprovechado del key noise, y una ejecución de multifónicos más que característica (y a la que saca su mejor partido cantando simultáneamente con el sonido de la flauta), se revela con el nervio del improvisador atento pero con una base académica que confiere siempre una determinada solvencia al sonido. Su capacidad de resolución ante multifónicos excesivamente inestables que no han surgido de manera fiable (algo inevitable y cuyo final más o menos feliz tan sólo depende de esta habilidad resolutiva), o incluso su brillante elección de digitaciones alternativas o recursos de embocadura (nuevamente de manera especial en los trinos, trémolos y similares así como en los glissandos / bends) lo convirtien en poseedor de un interesante lenguaje musical que se basa en una concepción de la improvisación con una enorme consciencia constructiva, temática y motívica, la cual se presenta a veces como un regalo para los oídos permitiéndole estructurar de manera coherente pistas como Laberinto de Coral o la soberbia Muro del Eco que se hundirían como titanics sin esta capacidad, pero que también en ocasiones sirve para presentar lo menos innovador del disco: un lenguaje tonal hasta la desesperación, de construcción temática cuasi barroca, que sirve no obstante para estructurar el trabajo completo de manera que facilite la escucha. No conviene ser gratuítos en este punto: un trabajo a flauta sola presenta unas enormes dificultades en su concepción y presentación, y si bien es cierto que para el oyente especializado el arranque del disco supone un problema por la falta de riesgo, también lo es que el registro se escucha en su duración aproximada de 45 minutos con una facilidad asombrosa, algo que, curiosamente, no ocurre en la misma medida en el trabajo de Saiz acompañado de conjunto instrumental, ese “H. C. (Horse Catégorie)” que, a pesar de contar con una mayor gama de recursos instrumentales y una mayor capacidad de reacción (aquí los temas han sido escritos, por lo que el contenido más o menos improvisado siempre puede aferrarse a una estructura previamente dispuesta) no consigue el mismo nivel de interés.
H. C. (Horse Catégorie)
Tal vez porque la inclusión de mayor número de medios exige de manera inherente el aprovechamiento notable de los mismos, máxime en un trabajo más orientado hacia el jazz, “H. C.” no brilla con la misma luz que “The Sound of the Caves”. No parece ser un problema de los músicos, ni desde luego de los temas compuestos para el disco, los cuales se sitúan a puente entre un jazz de corte rítmico más dinámico del habitual y que recuerda inevitablemente a joyas de referencia como el Time Out de Brubeck a través de sus secciones contrastantes y de un trabajo musical más planificado. La cuestión es que si el sonido de “la Cueva” era un sonido atractivo fuera cual fuese la premisa de su concepción, “H. C.” no supera este aspecto de manera favorable. Baterías que aparecen y desaparecen sin una justificación clara, un piano claramente descompensado en su peso sonoro respecto de la flauta principal, no alcanzan a sacar a flote el estupendo trabajo que realiza un Álex Reviriego al contrabajo. A vueltas sobre una ejecución instrumental novedosa y clara en sus perfiles motívicos, son Reviriego y el mismo Saiz el peso sonoro de un trabajo de aspiraciones camerísticas que, precisamente por ello, debiera de exhibir mayor compensación entre sus participantes tal y como la planificación compositiva parece disponer. Y, no obstante…
Es precisamente la existencia de una planificación compositiva seria como trabajo previo a la grabación lo que destaca de esta “H. C.” Resulta francamente extraño que los jazzistas nacionales lleguen a tomarse en serio dicha parte del proceso creativo, funcionando a nivel estructural exactamente igual que funcionan en las jam sessions, Real Book en mano, olvidándose de que apenas alguno de dichos temas del dichoso book fueron pensados en esos términos. Es más: es precisamente la concepción altamente funcional pero simplista hasta lo flagrante lo que hace que numerosos temas de los recogidos en el libro sagrado del jazz presenten errores desquiciantes de interpretación armónica, dado que sufren una excesiva reducción cuando gran parte de los mismos fueron cocinados en las trastiendas del musical en una época en la que los creativos sónicos, del palo que fueran, no habían olvidado los fundamentos del contrapunto. Así, evitando la sempiterna secuencia de acordes más o menos lógica desde un punto de vista funcional, ha sabido el Saiz compositor dotar al repertorio de las mismas características que conforman su propia improvisación libre a solo: alternancia entre partes de corte tonal con preferencia por conceptos tomados de la tonalidad ampliada, secciones de corte tímbrico no-funcionales contrastantes, disolución rítmica confrontada a cuadratura, elaborando un discurso que promete establecerse como una de las voces notables del panorama nacional en los próximos años.
“The Sound of the Caves” / Juan Saiz
Juan Saiz, flauta
Autoproducido, 2016
“H. C. (Horse Catégorie)” / Pindio
Juan Saiz, flauta
Marco Mezquida, piano
Álex Reviriego, contrabajo
Genis Bagés, batería
LEO Records
CD LR 760, 2016
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