De la política musical o la música de la política

Nos encontramos en un año electoral, exagerada y cansinamente electoral. En Andalucía se acaban de producir las primeras de 2015 con unos resultados por todos ya conocidos y que todavía hoy, cinco semanas después de la celebración de los comicios, los diferentes grupos parlamentarios que han surgido de los mismos no se han puesto de acuerdo sobre quién gobernará la Junta. Unos resultados, por otra parte, que han disparado más si cabe la controversia sobre las futuras citas electorales. Que si las elecciones andaluzas han sido el ensayo de las locales y futuras legislativas. Que si la fragmentación del voto augura el desgobierno de la nación. Que si ninguna fuerza obtendrá una mayoría que le permita gobernar con holgura. Que si se ha acabado o no el bipartidismo en España. Que si ahora comienza o acaba la transición política cuarenta años, después de la muerte del dictador… En fin, un sinfín de argumentos torticeros, discusiones sin provecho alguno y un permanente intercambio de insultos que no hacen sino situar a este país en el puesto internacional más alto en el ranking de la estupidez, banalidad y grosería.

De normal, en España, se habla demasiado de política. Bueno, de política, quería decir de chismes políticos, de zafiedades sobre políticos zafios, de ocurrencias de unos y de distracciones de otros, de la espuma pseudopolítica que provocan unos políticos mediáticos e hipermediatizados desde los desayunos de La 1 hasta los late nigth show, pasando por encima de la venerable siesta. En Valencia, llamamos a esto fum  de canya (humo de caña), porque cuando quemas cañas haces mucho humo, pero no calienta nada. Vamos, que parece mucho, pero no da ningún resultado práctico. Es decir, que se habla mucho, pero se hace poco, se propone poco, se denuncia poco y se exige aún menos. Andamos faltos de tradición democrática y de compromiso ciudadano.

Pues eso, que este mes de mayo van a celebrarse las locales y unas cuantas autonómicas, y a final de año las generales, y acabaremos exhaustos de tanta consigna, muchas memeces, viejas promesas incumplidas, sacos de mentiras, más insultos y algunas líneas programáticas. La pregunta que motiva este artículo y en el contexto de Sul Ponticello, una revista on-line que se ocupa de la música y el arte sonoro, es ¿qué sabemos de la política musical, de las propuestas de los partidos políticos respecto a un posible futuro modelo de política musical en nuestro país y en nuestras respectivas comunidades y ciudades? Lamentablemente, bien poco.

Dentro del capítulo dedicado a la cultura en general, la música ocupa poco espacio. Nos tienen acostumbrados. Somos más pequeños y menos glamurosos que el industrioso cine o el venerable teatro. El arte de los sonidos no mueve las ingentes cantidades de dinero (a veces opaco) que sí mueven las artes plásticas. Es un sector, colectivo o comunidad, la musical, muy diversa y desunida, incapaz de organizarse y exigir que se atiendan sus necesidades, algunas de ellas postergadas secularmente.

Sirva la siguiente lista, a modo de ampliado e incompleto decálogo sin orden ni concierto, como una relación de exigencias ineludibles, de demanda de mayor racionalidad y de medidas urgentes e imprescindibles.

  • Poner en marcha un nuevo modelo de gestión musical más coherente y proporcional por parte de las distintas administraciones locales, provinciales, autonómicas y nacional.
  • Poner en valor todos aquellos recursos musicales propios y divulgar toda nuestra riqueza musical.
  • Reducir el IVA al 4%.
  • Elaborar urgentemente un mapa educativo musical del territorio nacional mucho más racional y que se ajuste a las necesidades reales, optimizando recursos económicos, humanos y artísticos. Actualmente, existen 23 conservatorios superiores y más de 130 profesionales en España, sin contar los centenares de centros y escuelas privadas reconocidas que reciben subvenciones públicas. No se entiende que existan conservatorios superiores a menos de un centenar de kilómetros de distancia entre ellos como los de Valencia y Castellón, Murcia y Alicante, Granada y Jaén, San Sebastián y Pamplona…
  • Poner fin en los estudios musicales elementales y profesionales a su condición de extraescolar y exigir la integración de centros de primaria, secundaria y bachillerato con conservatorios elementales y profesionales. El principal fracaso de la enseñanza musical en España es la excesiva carga lectiva que sufren los estudiantes que cursan estudios profesionales de música. El abandono alcanza porcentajes bochornosos e intolerables. La educación musical sigue considerándose un mero adorno, un lujo de y para las elites burguesas marcado por sus gustos estéticos.
  • Exigir que la enseñanza musical superior se integre en la universidad.
  • Abordar urgentemente una reforma de toda la enseñanza musical en España, que actualice paradigmas, metodologías, recursos y objetivos.
  • Exigir a las diferentes administraciones la elaboración y actualización periódica de catálogos de músicos y músicas, de compositores y creadores sonoros, de grupos y colectivos, entidades e instituciones artístico-musicales de toda índole, que pongan en valor todo nuestro patrimonio artístico, musical y sonoro, y sirvan de escaparates para su difusión y promoción internacional.
  • Exigir proporcionalidad en las programaciones musicales de auditorios, orquestas sinfónicas y todo tipo de agrupaciones corales e instrumentales dependientes de la administración pública entre patrimonio musical, repertorio museístico y músicas de nueva creación.
  • Promover un estatuto del músico en el que se garanticen todos sus derechos laborales y tributarios, de protección social y de propiedad intelectual.
  • Apoyar bajo parámetros de igualdad, proporción y equidad la creación musical propia, su promoción y difusión, así como la recuperación del patrimonio musical.
  • Elaborar circuitos musicales a nivel local, autonómico y nacional que faciliten el desarrollo y la difusión de proyectos, con giras de conciertos y actividades de toda índole.
  • Exigir que las direcciones artísticas y/o técnicas de auditorios, orquestas sinfónicas u otras agrupaciones, centros y aulas de música sean desempeñadas por profesionales, técnicos o gestores de contrastada solvencia, que esas plazas salgan a concurso público y sean cubiertas tras un proceso de selección transparente y democrático.
  • Observar y exigir porcentajes y cuotas de producción musical propia y el apoyo y difusión de artistas y músicos españoles en los medios de comunicación.

Obviamente, esta lista de demandas, antiguas reivindicaciones y exigencias no acaba aquí. No están todas, por eso animo a que cada uno confeccione la suya propia o complete/rectifique esta aproximación a un decálogo necesario para que los diversas fuerzas políticas que concurren a las próximas citas electorales los valoren e incluyan en sus respectivos programas.

 

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