Y dale, a seguir con el vértigo
Vaya por delante que escribimos este editorial con todo el respeto hacia las personas que van a nombrarse. No es el estilo de esta revista ensañarse con nadie y menos después de fallecer. Como se podrá comprobar, no se trata de atacar a estas personas, sino de denunciar algo que los medios generalistas practican demasiado a menudo, y no sólo en el ámbito musical.
Dos fallecimientos se han producido en días consecutivos, la última semana de enero: el de los autores Jesús Gluck y José Ruiz Venegas, ambos compositores inscritos en el contexto de la música de cine y televisión, la publicidad, el pop o de la que un día se llamó (y ahora suena absolutamente viejuno) “canción ligera”. Lo que nos ha sorprendido es la hipócrita denuncia de muchos medios de comunicación al hacerse eco de la noticia. Expresiones como “autores musicales desconocidos”, “injustamente olvidados” y otras joyas de opinión que dan a entender –cuando no lo dicen abiertamente los presentadores de la necrológica- una España que se aleja de sus creadores, de su cultura, abandonando a su suerte al arte que en ella se produce, un arte “escondido” a los ojos y oídos del gran público. De algo no muy lejano a esto hablamos ya en el editorial del mes pasado, cuando la queja de uno de esos medios se producía a raíz de la cobertura televisiva que se le daba a OT en detrimento de un homenaje a Cecilia, protagonizado por los auténticos servidores del arte patrio, aquellos que se arrogan este calificativo porque tienen la posibilidad de subirse a la tribuna pública a golpe de agencia de comunicación, y al grito de ¡pierden siempre los mismos, aquellos que “guardan más arte, menos intereses comerciales”!
Algo similar ocurre ahora con los dos fallecidos, y vuelve el vértigo al que aludíamos en enero. Por poner un ejemplo, un diario como El Mundo, se permite hablar de José Ruiz Venegas, cuyos grandes logros fueron canciones como La minifalda, Mi carro o Y viva España –escritas para Manolo Escobar- o ¡Se acabó! –para María Jiménez- en estos términos: “Ruiz Venegas, jerezano de 1936, era un intelectual. Un poeta que bebía de las fuentes populares, musicales o literarias, de su tierra.” Vamos, que nadie tuvo en cuenta a este gran pensador, al que se le negó el Príncipe o Princesa de Asturias de las artes o las letras, ni tan siquiera un triste Premio Nacional de Música se dignaron a concederle… ¡Qué injusticia! ¡Qué mal tratamos a nuestra más preciada cultura, aquélla que nos identifica como país! Vergonzoso, así nos va…
Este es el discurso. Si lo trasladamos a otros terrenos, quizá a alguno de los que dirigen las secciones de cultura de esos diarios le suene un poco más rarillo (aunque mucho nos tememos que no sería así): ¿quién firmaría un artículo en un periódico “de prestigio” calificando a María Dueñas o a Carlos Ruiz Zafón como genios de la literatura universal? Desde luego, la idea de establecer un canon que pudiera servir ni de lejos para determinar lo que es o no valioso en el arte es hoy algo difícil de sostener, pero por eso mismo, habría que revolverse contra aquellos que quieren establecerlo de la manera más ramplona sirviéndose de la potente propaganda de la industria cultural.
Y ya, punto final. Prometemos no seguir hablando de esto. Para no aburrir y porque corre el riesgo de convertirse en cantinela quejosa.
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