Escribir sobre la nube

Poco a poco se va aclarando la situación política en España: definitivamente se impone el caos. Sin embargo, cuando la nube es tan densa, empezamos a poder escribir sobre ella, sobre su materia, y esto puede ser un arma valiosa para sobrevivir. El desengaño generalizado puede –y debería- agudizar el ingenio. Los tiempos de crisis son siempre tiempos de necesidad creativa, aprovechemos esto al menos.

Porque un Estado paralizado durante tanto tiempo no es otra cosa que una ilusión de estatismo. La realidad es que nada se para, las cosas deben seguir marchando y lo hacen, mal que bien. Italia es un país que conoce estas parálisis políticas muy bien, y nunca ha dejado de ser potencia, también en el ámbito cultural y artístico. Entonces, ¿cuál es la preocupación? ¿Que a Bankia no le va bien fusionarse todavía con tal o cual amiguete financiero porque la situación de inestabilidad política no le permite dar esa cara en los mercados? Esto debería importarnos menos que poco, en definitiva no va a ser Bankia quien nos salve, ni en el plano social ni mucho menos en el cultural.

Por ejemplo, quizá es el momento de plantearnos algunas cosas a la hora de impulsar proyectos artísticos, como si es posible seguir en la dinámica de supeditación de éstos a lo público. Y para nada abogamos por dejar de exigir (entendemos que, en tanto que público, el presupuesto destinado a la cultura está para eso, no para defender lo que el mercado ya acoge sin dificultad), en absoluto. La lucha en este sentido debería ser clara y mucho más activa. Pero sí parece necesario buscar las vías para hacer posible una supervivencia digna y, sobre todo, empezar a cuestionar si el mendigueo en los despachos puede continuar mucho tiempo sin que salir con migajas casi invisibles elimine cualquier atisbo de dignidad. Obviamente, hay pocas soluciones mágicas para la falta de apoyo público y en estas líneas, sentimos no poder esbozar la receta de poción alguna. Además, somos conscientes de que es harto peligroso desvincularse de la financiación pública de una forma drástica y militante. Peligroso no tanto por el riesgo de inanición, que en cualquier caso parece muy probable a medio plazo en una situación como la que vivimos, con un muy posible aumento de los recortes (haya o no gobierno), sino porque la iniciativa individual puede facilitar el espejismo de que con dinero público se está apoyando a la cultura. Es decir, que tal o cual institución pública promueve tal o cual festival que, realmente, está sostenido con el sudor y la economía de unas cuantas personas comprometidas con el arte.

Como decimos, más que desesperarse por la ausencia de soluciones es, probablemente, el tiempo de poner las cosas seriamente sobre la mesa y debatir la situación. Y quizá (sólo quizá, no se asuste nadie), hablar entre las distintas partes que forman nuestro tejido cultural, al menos entre esos actores que pueden demostrar una dosis presentable de compromiso con su quehacer artístico. No vendría mal, aunque sólo fuera por una vez.

 

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