Los sonidos del silencio / Anna Bofill Levi

Los sonidos del silencio. Aproximación a la historia de la creación musical de las mujeres / Anna Bofill Levi
Aresta Mujeres, 2015 (300 págs) ISBN: 978-84-943668-0-2

Como decía André Gide, todas las cosas ya han sido dichas pero, como nadie escucha, “il faut toujour recommencer”. Con esta firme convicción, Mª Àngels Viladot i Presas justifica la aventura emprendida por la colección Aresta Mujeres en la que Anna Bofill, arquitecta y compositora, acaba de publicar un libro dedicado a los sonidos silenciados de las mujeres. Sonidos organizados y preparados en “momentos excepcionales en los que las mujeres han podido y querido expresarse libremente” (p.25)- declara. Composiciones musicales que transitan los tiempos mientras discurren ausentes del discurso central de la historia como si la protección de tal ignorancia garantizase algún orden establecido. Como compositora, la autora domina el arte del “volver a empezar” evitando la repetición pánfila de lo ya investigado y establece, a lo largo de trescientas páginas, diversas líneas de fuga hacia un paisaje de reflexión en que combina la comunicación ordenada y cercana con el manejo estimulante de una bibliografía especializada y actual que se complementa con una selección discográfica.

El texto se inicia con una introducción donde se abordan las causas de la visión androcéntrica que ha impregnado el lenguaje musical de estereotipos sexistas y aborda la responsabilidad de teóricos y musicólogos en el mantenimiento de la construcción de cánones discriminatorios que han impedido el reconocimiento de la contribución de la mujeres a la creación musical. Un problema que, como indica la autora, deriva en parte del escaso interés de la musicología, hasta las últimas décadas del pasado siglo, por el estudio de los contextos socioculturales en los que se inscribe la música. No es por casualidad que las primeras páginas del trabajo estén dedicadas a reconocer el esfuerzo realizado por la musicología feminista para visibilizar lo pretendidamente oculto. Se trata por tanto de un libro necesario no solo para melómanos, músicos o musicólogos de todo género y especie, sino también para el lector de a pie que, con sano juicio, se pregunte hoy cómo es posible que ese silencio, que aún se traslada a los repertorios habituales de concierto, pueda haberse venido justificando en base a una supuesta incapacidad de la mujer para el pensamiento creativo.  Negar la creatividad para deshumanizar al “otro” y aproximarle al reino animal ha sido una vieja estrategia tradicionalmente practicada para deslegitimar otras culturas, como saben bien los antropólogos de la música. No obstante, como es obvio, la creación musical implica asimilación de cambios en la sociedad, sea cual fuere ésta, y no es sostenible su autoregeneración aislada de un ecosistema. En el caso de la mujer, la aplicación de esta vieja estrategia de discriminación se formula en ocasiones como elogio envenenado: si bien, como intérprete, puede dominar la técnica de un instrumento para traducir sensibilidades y pasiones que le son propias, la facultad creativa no le ha sido otorgada puesto que es ella misma ya una maravilla de la creación. La justificación de la escasa presencia de mujeres en la historia de la música se habría de atribuir por tanto, de acuerdo a este peculiar razonamiento, no a causas externas, sino a su propia naturaleza, “salvo con raras excepciones” -cláusula siempre útil a interponer para mayor verosimilitud. Lejos de pertenecer al pasado, tal especie argumentativa continúa en nuestros días protegida por esa ignorancia que garantiza la supervivencia de estereotipos, lo que justifica la necesidad de recomendar este libro.

En sus últimas páginas, Anna Bofill advierte al gran público: “Ahora ya no se puede decir que las mujeres no han sido compositoras, o que no hay mujeres compositoras o ¿dónde están las compositoras? Sólo con abrir Internet y poner ‘mujeres compositoras’ en cualquier idioma, empiezan a salir páginas y páginas…” (p. 287). Esas preguntas, que frecuentemente afloran en nuestro derredor entre la perplejidad y el reproche, falsean sin embargo la naturaleza de la cuestión porque, tras escarbar en los archivos de la historia, la respuesta –como señalaba en 1971 Linda Nochlin, en su célebre artículo Why have there been no great women artist– obliga a obviar el centro de su origen, que no se encuentra en los astros ni en las hormonas sino en la desigualdad frente a las  instituciones, la educación y las expectativas sociales. Eso confirma la lectura de este libro. El milagro es que dadas tales desventajas hayan llegado los sonidos de tantas mujeres del pasado hasta nosotros.

 

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