Low Cost Orchestra
Nueva indecencia que delata la consideración laboral que tiene el artista en nuestro entorno. Si en nuestro editorial del pasado mes terminábamos con la vergonzosa convocatoria de la UEFA a bailarines para que actuaran gratis en la ceremonia de apertura de la final de la Champions a cambio de figurar en los créditos, ahora corre como la pólvora en las redes sociales otra noticia, que terminó detallando El Heraldo de Aragón: la igualmente vergonzosa petición de la Orquesta Sinfónica de Zaragoza para acompañar a Raphael en una gira de siete conciertos por la irrisoria suma de 400 euros (los siete, además de ensayos, pruebas de sonido, etc.), más viajes y mísera dieta. No abundaremos en otros palos de la noticia (que los tiene) porque ha resultado viral y quien quiera puede informarse bien en el enlace que hemos dado de El Heraldo, pero sí nos ha dado para dar unas vueltas a este asunto.
Lo primero que se piensa es si realmente es un escándalo aislado (y no nos referimos a la canción mal acentuada del susodicho) o estamos ante algo más normal de lo que parece pero que sólo sale a la luz cuando alguien se atreve a hacerlo. Es difícil tener la certeza de algo así (o de lo contrario), pero lo cierto es que el desparpajo con el que se hacen este tipo de convocatorias, la falta de recato al proponer a músicos o bailarines profesionales o estudiantes de final de grado, hace pensar que no es tan aislado el problema como podría parecer. Esta ausencia de vergüenza nos lleva indefectiblemente a esas palabras de cierto político valenciano amigo de los aeropuertos poco transitados que presumía en público de que los ciudadanos le votaran después de robarles. Hay un cierto parecido en estas formas de hacer y decir, el mismo aroma a descaro.
Probablemente este problema de las convocatorias de saldillo se solucionaría si no encontraran a ningún intérprete dispuesto a seguirles el rollo, o mejor dicho, si se encontraran la denuncia pública cada vez que hicieran estas “propuestas”. Pero no es así, es obvio que muchos aceptan estas condiciones deplorables. Sea para mantener una mínima economía o bien por puro desconocimiento (en el caso de los estudiantes esto no sería raro), el caso es que consiguen su propósito y les basta una disculpa para salir más o menos indemnes. Una lástima. Un buen rapapolvo se merecen, además del más absoluto vacío en los atriles.
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