Primavera frÃa y gris
Llega la primavera y no lo parece. Nubarrones y lluvia, viento y frÃo… y sobre todo, sensación de que el invierno no ha pasado. ¿Será la situación meteorológica algo asà como una metáfora del estado de la cultura en nuestro paÃs? En cierto modo, podrÃa ser, no se ven avances. Mejor dicho, se ven los mismos retrocesos, un pasito hacia adelante, dos hacia atrás (o zancada al abismo, en algunos casos), que denotan un inexorable estancancamiento. Asà que el editorial de este mes de abril, comienzo de estación, lo dedicaremos a ver estas cuestiones. El cielo manda.
Por centrar la mirada en algo concreto, acaban de convocarse las siempre esperadas ayudas públicas estatales a la lÃrica, la música y la danza y, si miramos con perspectiva temporal el presupuesto global asignado a estas subvenciones, ya percibimos cosas extrañas, que se nos antojan poco orientativas de lo que ocurre realmente. De los poco más de 5 millones de euros destinados a este fin en 2013, en el presente año la cifra sube a los 6 millones. Bueno, entonces no está tan mal, ¿no? Parece que las cosas podrÃan estar yendo a mejor… ¿Será consecuencia de la tan jaleada recuperación? Pongamos el freno, no nos dejemos llevar por la candidez propia de la necesidad y volvamos a la objetividad más aséptica: si vamos observando lo que ocurre a lo largo del tiempo (no somos muy amigos de los listados de cifras, pero en este caso nos parece interesante exponerlas porque el lector verá enseguida lo que queremos decir),
2001: 2.904.691 euros
2002: 2.862.000 euros
2003: 3.446.360 euros
2004: 3.931.430 euros
2005: 4.057.760 euros
2006: 4.213.200 euros
2007: 4.965.500 euros
2008: 5.217.910 euros
2009: 5.128.530 euros
2010: 6.789.340 euros
2011: 6.947.180 euros
2012: 6.947.180 euros
2013: 5.150.590 euros
2014: 6.005.917 euros
nos damos cuenta de que existe una progresión más o menos coherente hasta 2008 (por favor, obviese la interpretación sobre colores polÃticos, que en materia cultural no escapa ni uno a la crÃtica), y que de ese año en adelante las cifras empiezan a bailar y a no responder a la lógica del aumento proporcional. Pero claro, en este momento entra en juego la socorrida explicación de la crisis, esa de la que todavÃa alguno piensa que puede engañar a alguien: que si era ineludible reducir presupuestos y se producen inconsistencias; que si hay que apretarse el cinturón en todas las partidas, no hay más remedio, pero que pueden ver que en cuanto podemos, subimos (qué buenos somos)…
Hasta aquÃ, incluso con algunas defensas desplegadas, hemos seguido picando el anzuelo, nos hemos ido corriendo detrás de unas cifras muy concretas a ver si, a través del simple análisis contable sobre un parámetro reconocible (las ayudas públicas estatales), se están haciendo bien las cosas y, lo que parece más importante, con la esperanza de que estos datos nos permitan atisbar lo que nos espera en el futuro más inmediato.
Sin embargo, el problema real no está ahÃ. Siguiendo el juego, sin salirnos del contexto que hemos planteado, ¿nos estamos preguntando si estas cifras son proporcionales a la actividad cultural que -por lógica demográfica e histórica- corresponde a un paÃs europeo de las caracterÃsticas de España? Y lo que es más importante: ¿Lo han sido alguna vez? Pues evidentemente no. Ya no es cuestión de comparar cifras de subvenciones sino simplemente de sondear un poco entre intérpretes, creadores, organizadores de festivales, gestores de orquestas…, para ver que no sólo estamos ante una situación penosa, que se acerca al desastre, sino ante la desaparición definitiva de la poca infraestructura cultural de la que disponemos. Y decimos poca infraestructura porque realmente es escasa, algo que comprobaremos con sólo recurrir a la única medida fiable: la de la comparación con nuestros vecinos europeos. Veamos entonces, pongamos un caso orientativo: en los últimos años, la Orquesta y Coro Nacionales de España, ejemplo de institución de la que en ningún ámbito -ni siquiera en el de la polÃtica- se duda de su necesidad como valor representativo de la cultura del paÃs, tiene un presupuesto en torno a los 4 millones de euros, y bajando. Baste un caso, el del Ensemble Intercontemporain, financiado casi en su totalidad a cargo del estado francés, que maneja un presupuesto de más de 6 millones, para comprobar la desproporción. Si nos vamos a la Orchestre de Paris -con casi 20 millones- o, por poner alguna menos conocida, la Orchestre symphonique de Mulhouse -casi 5 millones-, vemos que sobran las palabras. La potencia de lo evidente ensombrece cualquier supuesta luz venida de la recuperación económica.
Asà que el habitual lamento ya no deberÃa ceñirse al “cuánto nos están quitando” sino al “no nos despojen de lo poco que han destinado siempre a la cultura”. Quizá ser conscientes de esto y plantear cualquier acción desde una perspectiva más beligerante, que incluya la conquista de lo justo y no únicamente el intento de recuperación de las migajas antes concedidas, es posible que nos dé la necesaria medida de las cosas. Además, con esta primavera que ha amanecido tan frÃa y gris, no parece que haya mucho que perder.
Primavera frÃa y gris por Redacción, a excepción del contenido de terceros y de que se indique lo contrario, se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 International Licencia.