Renovación madrileña

En lo referido a la música de creación experimental (llamémosla así, a falta de otras denominaciones más certeras), parece que Madrid empieza a respirar nuevos aires. Y cualquier avance en este sentido hay que saludarlo efusivamente, no en vano, es una ciudad europea, capital de un estado europeo, y en este aspecto, nunca ha estado en un nivel mínimamente aceptable. Decimos esto porque en un mismo mes, el pasado abril, se iniciaron dos nuevos ciclos: los Encuentros AVLAB e indiCtivE-uno, dos propuestas que se extenderán hasta mediados de junio. Y a esto podemos sumar otro ciclo joven, el EMA Festival, que cumple su segunda edición también este mes de mayo, con un concierto inaugural el día 8 donde podremos escuchar a Neopercusión.

Sobre las dos nuevas propuestas, de los Encuentros AVLAB ya nos ocupamos en el pasado número de abril, y en cuanto a indiCtivE-uno, lo haremos en este con una entrevista a sus organizadores.

Pero en lo que queríamos poner énfasis en este editorial es en la acogida que estos eventos han tenido, muy coherentemente articulados sobre el pequeño formato. El hecho de que el primer concierto de indiCtivE-uno –un ciclo que se celebra íntegramente en la sala El Manicomio-, tuviera que improvisar un segundo pase, aunque la sala sea de una dimensión propia de este tipo de propuestas, nos da una idea de que estas iniciativas pueden tener (y tienen, como se ha demostrado) un público. Más si tenemos en cuenta la coincidencia en el mismo día y casi hora de ambos ciclos, algo que –eso sí- se debería evitar de alguna manera, al menos hasta que la vida cultural de la ciudad esté tan repleta de actividades similares que no sea posible programar de otra forma. Lo cierto es que, por cuestiones de cesión de espacios, fechas clave, etc., no es raro que se produzca esta duplicidad en la oferta, y es en esas situaciones donde se demuestra lo que decimos: sobra gente interesada, el reto está en lograr movilizarla, en tener medios y estrategias efectivas para hacerlo. Nuestra experiencia en la primera edición de TRASHUMANCIAS fue parecida en este sentido. Por ejemplo, recordamos con enorme satisfacción que la conferencia sobre Nono a la que invitamos a Stefano Russomano y Enrique Gavilán, tuvo un lleno total, compitiendo con dos conciertos de música contemporánea, mismo día, misma hora. Esto no debería sorprendernos en una ciudad como Madrid, y lo cierto es que cada vez nos sorprente menos, lo cual quiere decir que en un tiempo no muy lejano (en realidad, bastante cercano) sí nos sorprendía.

Hagamos recuento: en el plano de la llamada música contemporánea (sin contar la actividad de tipo nacional del CNDM), en Madrid tenemos el Festival COMA, los ciclos de Neopercusión en el Teatro Galileo, el ciclo de la Fundación BBVA, el ciclo Música para el tercer milenio en el COAM, el más reciente Ciclo de Música Contemporánea Iberoamericana… (seguro que se nos olvida alguno). Y en el de otras iniciativas, rarezas, intersecciones entre lo académico y lo no, confluencias, reflexiones…, los tres ya mencionados y nuestra aportación trashumante (que no es un festival, claro), los PULSE! y otras propuestas de Raras Músicas, la sección madrileña del Festival Punto de Encuentro… (también se nos olvidará alguno). Parece jugoso el panorama, aunque urge una comparativa con otras capitales europeas (un estudio que el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte debería abordar urgentemente), que nos diera una visión mínimamente objetiva. Así sabríamos qué mueca poner.

No obstante debemos también recordar (no nos cansaremos de hacerlo) que buena parte de estas iniciativas –sobre todo las que no tienen detrás una gran institución- siguen siendo casi o plenamente sostenidas por una financiación propia, ya sea en metálico, en especie o con el trabajo desinteresado y comprometido de buena parte de sus participantes y organizadores. Es decir, el dinero –público o privado, en definitiva, de aquellos que sí tendrían capacidad para apoyar estas iniciativas sin ningún problema- brilla por su ausencia. Una colaboración que se circunscribe a poco más que la cesión de espacios (y en ocasiones no totalmente gratuita), y muchas veces con poco o nulo interés en su difusión. Estas son las cosas que sí deberían cambiar, y de inmediato. Demostrado está que hay un público. ¿No era ese el problema? ¿No se trataba de demostrar que este tipo de iniciativas no tienen por qué dejar asientos vacíos? Pues aquí está la demostración. Ahora toca responder, esperemos que al menos las nuevas sensibilidades políticas así lo perciban.

 

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